Me apasionaba el baloncesto. Los pósters que había en mi habitación eran de Magic Johnson, Michael Jordan, Kevin Willis, Clemon Johnson... Unos conocidos, otros no (simplemente, los que salieron en aquella colección de la revista Gigantes, de la que en mi casa de soltero hay aproximadamente un metro de ejemplares.) Dediqué muchas energías a su práctica (el resultado viene a ser lo de menos.) Conocí gente, viajé un poquitín. Cuando empezamos a poder ver la NBA en España, no me lo podía creer. No escribo suficientemente bien para transmitir lo que sentíamos, así que no lo intentaré. Tengo grabados en VHS decenas de partidos, y comencé a hacerlo antes de tener vídeo. No podría contar cuántas veces he soñado cosas relacionadas con jugar (y sobre todo con hacer mates, claro.) Ni cuántas veces vi (y sigo viendo) el All-Star de 1987 en Seattle, el último de Julius Erving.
Dejé de ver la NBA cuando pasó a Canal + (no era abonado). Y cuando nuevamente tuve ocasión de verla... no lo hice. No podía. Por un solo motivo: Andrés Montes. Y no es nada personal. Ya he hablado de él, pero no me queda otro remedio que volver a hacerlo.
Bueno, comprendo que no podemos gustar a todo el mundo, y todo el mundo tiene puntos fuertes y débiles. Hay periodistas o locutores que personalmente pueden caernos mal, pero son solventes en alguna faceta de su trabajo. Supongo que eso pasa con Montes.
Aunque lo digo con eso que dicen que es la fe: creer lo que no vimos.
Uno puede ser contratado como locutor de baloncesto aunque sólo sea por saber mucho de baloncesto (Chichi Creus, Epi, Iturriaga, Antonio Díaz Miguel, Moncho Monsalve...) Aunque, la verdad, la forma más fiel de describir lo que Montes muestra saber de baloncesto no es la más educada (perdón, mamá): no tiene ni puta idea (y los que lo soportan en el fútbol dicen que es peor aún.) Jamás, ni una sola vez, le he visto decir algo que implique un destello mínimo de conocimiento del juego: mencionar de dónde ha salido una jugada, qué ha hecho el equipo, vaticinar que un entrenador va a tener que pedir un tiempo muerto, comentar por qué se hace determinado cambio o explicar una regla. Recuerdo con vergüenza ajena cómo intentaba que su sufrido compañero le enseñara a decir correctamente el nombre de Kutluay (él decía "Kutulay" y no conseguía que le saliera otra cosa). No pasa nada por no saber quién es Kutluay (la estrella del baloncesto turco)... salvo si te pagan por comentar partidos de baloncesto.
No es sólo que no sepa. Es que el baloncesto le trae al pairo. No muestra el menor interés por el juego ni por el partido, salvo a rachas absurdas que comentaré después. Es de los que piensan que un partido en el que no juege España es aburrido por definición, y tiene que ser él quien nos saque del sopor. Es alguien que no disfruta con el baloncesto, cuya atención no se ve atraída (más allá de lo imprescindible) por lo que ocurre en la cancha. Ni sabe, ni tiene curiosidad, ni pretende aprender. Al menos, eso es lo que parece.
También puedes ser locutor por el aspecto estético del asunto: si tienes una voz excelente, una gran pronunciación, presencia sonora. Pero este hombre tiene la voz de un sapo agonizando a punto de reventar debajo de la rueda de un camión. Hay pocos sonidos más desagradables que su voz cuando habla alto o grita (cosa que hace a menudo, porque otra cosa no sabe.)
Si no es por la cosa estética, puede ser por la cuestión técnica. Si no sabes de baloncesto, no suenas bien (más bien no hay quien te aguante), pero sabes contar un evento deportivo, siempre se pueden disimular las demás faltas. Pero es que curiosamente eso es lo que peor hace (y mira que hay para elegir). Cuando Díaz Miguel (QEPD) empezó a colaborar con Pedro Barthe aportaba comentarios técnicos, con su pizarra y demás; no era muy bueno explicando, pero al menos era una leyenda viviente del baloncesto. Y a veces se lanzaba a comentar el partido con estilo radiofónico-futbolístico, es decir, intentando contar todo lo que pasaba a gran velocidad, en plan enfático, tenso y emocionante. No lo hacía muy bien, y se lanzaba de improviso, sin venir mucho a cuento. Se notaba que no era lo suyo. Pero sólo lo hizo las primeras veces, mientras aprendía. En televisión no hace falta hablar así; además, no es fácil, porque hay que tener reflejos rápidos, identificar a los jugadores al instante, etc. (él esto sí lo hacía.)
Pero resulta que Montes, que a diferencia de Díaz Miguel se supone que es profesional de esto, no sabe hacerlo. No sabe narrar un partido. Se lanza también, cuando le viene en gana y sin motivo aparente, a soltar una ráfaga de "cháchara narrativa emocionante". Hace tiempo en algún concurso de la tele pedían a los concursantes que hicieran esto en una prueba, y lo hacían mucho mejor que él. No sabe nada de lo que ocurre en la cancha, no sabe qué jugador tiene el balón o lo pasa, no tiene velocidad mental suficiente, no tiene recursos verbales, no sabe hablar... Salvo decir "ahí", "jugándola" y agarrarse como clavo ardiendo a un puñado de muletillas para rellenar. Un ejemplo de retransmisión de este gran maestro sería algo así (señalaré con ... y (¿?) sus momentos de parón y duda, y entre corchetes alguna de las cosas que se le ocurren al espectador):
Estamos ahí, ahí, ahí, ahí, ahí, ahí, ahí, jugándola, jugándola, ahí jugándola la selección... (¿?) lituana, jugándola (¿?) ese número 5 [no tienes ni puta idea de cómo se llama el número 5, ¿eh?], la pasa, la pasa, la pasa a [pero si no has acabado de contar el primer pase y el balón ya ha entrado y salido de la zona tres veces] ... (¿?) aaaaaaaaa Jasikevicius [pero si ya ha tirado, fallado y ha habido tres saltos por el rebote], balón para España, Mister Cátering, Míster Cátering, ahí, ahí, jugándola, jugándola, jugándola Míster Cátering [han pasado otras sesenta cosas interesantes, pero no las ves, pedazo de garrulo], Míster Cátering paraaaaaaaa Garbajosa [ya, por enmedio se la pasó a Jiménez y este a Marc Gasol, pero qué más dá], tira Garbajosa, tira Garbajosa, cinco seis seis cuatro [¿? Pero ha fallado y están luchando por el rebote, ¿ahora pasamos de la jugada?], no, no, no, no, no, no, no, no es un prefijo para llamar a Lituania, no. [Aquí se acabó la ráfaga narrativa. Información transmitida: cercana a cero. Puede parecer que hablaba así por los nervios de un momento crítico e intenso del partido, pero no; al tío le ha dado la ventolera en la fase quizás más insulsa, da igual, es totalmente aleatorio. Ahora vuelve a sus comentarios personales y sus chistecitos que servirían igual para contar un partido de baloncesto, un concierto de Wim Mertens o una operación a corazón abierto. Es decir, NADA.]
Hombre, ya se sabe que la televisión de hoy no tiene como misión informar (sorna on). Hay que hacer una televisión más dinámica, moderna, competitiva, fresca (añada usted las pedanterías y eufemismos que quiera). Así que si el locutor es desagradable, no sabe de baloncesto, no sabe comentar un deporte... pero tiene gracia, pues vale (sorna off). Y este es, a mi modo de ver, otro enorme error; no ya en la concepción de la televisión, sino en pretender llevarla a la práctica mediante Andrés Montes. Este tío puede ser grotesco, extravagante o llamativo o molesto, pero maldita la gracia que tiene. Leo Bassi, o El Jueves, pueden ser molestos para alguna gente, pero en lo que hacen hay una cierta inteligencia. Hacen lo que hacen con una lógica, o con una ruptura de lógica, pero con un motivo. Y lo hacen bien. Son adultos. Andrés Montes es en esto, como en lo demás, un farsante.
David Halberstam (a quien, como dije, quizás esta gente quiera dar lecciones) dijo:
By and large, the more famous you are, the less of a journalist you are.
Montes hace el tonto. Nada más. Y hacer el tonto, o ser el payaso de la clase, puede servir para destacar entre el resto de los alumnos, sí; pero no para tener gracia. Los chistes del payaso de la clase suelen ser muy, muy malos. Este tipo repite un puñado de sandeces, que dichas una sola vez quizás, sólo quizás, puedan tener su lugar. Pero necesitaría ingenio para pasarse un partido entero diciendo sólo sandeces (que es lo que hace él) y crear sandeces nuevas constantemente (que para eso ya no da la talla). Como no lo tiene, las reutiliza
ad nauseam. "A Pinocho le creció la nariz por no reconocer que veía la Sexta"... Este tío forma un ecosistema cerrado; se alimenta de sus propios excrementos, y vuelve a excretarlos, en un ciclo sin fin. Pero soltar las mismas gracias sólo sirve para que te aplaudan los amigos más simples del payaso de la clase, que esperan como agua de mayo sus gracietas conocidas. Copiadas, además; como hacer "ratatatatatata" con esa voz odiosa cuando entra un triple (estoy convencido de que copiado del "Ding dong" de Ramón Trecet o de locutores estadounidenses o latinoamericanos, que no se da cuenta de que operan en otra cultura y país.) O lo de "la vida puede ser maravillosa" (estoy convencido de que copiado del "buscad la belleza, amigos..." con el que Ramón Trecet termina su programa de música en Radio 3.) O su manera de relacionarse con Daimiel cuando trabajaba en Canal + (estoy convencido de que copiando, a su manera quiero-y-no-puedo-pero-igual-engaño-a-los-que-no-han-visto-otra-cosa-mejor, el equilibrio que había entre Trecet y Esteban Gómez.) Trecet ya era polémico por algunos detalles llamativos, y a algunas personas les resultaba molesto. Y yo lo entendía (aunque a mí no me molestaba nada.) Pero estas cosas Trecet las hacía
de cuando en cuando. Lo de Montes es otra cosa.
Es incapaz de dar la información sin hacerse ver de alguna forma. Para dar el tanteo del partido (quizás el único dato que conoce en un momento dado) no le basta dar los números; tiene que
deletrear los dígitos (me apetece estrangularlo). Y, si acaso, decir el chistecito del prefijo. El protagonista tiene que ser él. Todo el rato. Sin excepción. Así que uno puede ver un mundial entero (como hice yo) y acabar sin tener ni idea de qué jugadores hay en cada equipo, cuánto miden, o qué puesto ocupan, o dónde jugaron. Ya puedes buscarte la vida y mirarles la camiseta cuando los cojan de cerca, porque información no vas a recibir ninguna. Sólo vas a oír a Montes y las charlotadas de Montes.
Eso por no hablar de los motes estúpidos que pone a los jugadores. Tiene cierto sentido llamar "Magic" a Earvin Johnson. O "Air" a Michael Jordan. De algún sitio salió lo de llamar "Microondas" a Vinnie Johnson. O "Doctor" a Julius Erving. Son motes que vienen de largo, que en muchos casos les ponían sus compañeros. Los medios de comunicación estadounidenses son, además, un poco pesados con esto. Pero aun así hay muchos, muchos, muchos jugadores que
no tienen apodo.
Montes necesita, otra vez, llamar la atención en las raras ocasiones en que es capaz de identificar a un jugador. Tiene que hacer algo para que se vea que está ahí. Y entonces les pone motes. Los que le permite su intelecto, claro. Y entonces a un jugador natural de Canarias lo llama... "Mojo picón" (si retransmitiera Fórmula 1, llamaría a Alonso "Fabada", ¿pa qué pensar más?). A Calderón lo llama "Míster Cátering". A Garbajosa, "Multiusos". A Jiménez, "Suma y sigue". Y así sucesivamente. Me parece tan patético, infantil, pobre, absurdo, que sobran más comentarios. (A Navarro yo creo que no lo llama nada, porque "la Bomba" no fue invento de él y le jode, con perdón.) Si este tipo hubiera trabajado hace unos años en televisión, ¿cómo habría llamado a Epi, Creus, Jiménez, Fernando Martín, Romay, Villacampa, Margall, Corbalán, Solozábal, Sibilio, Beirán? ¿Tendría que ponerles motes a todos? ¿Llamaría a Martín "Cocido madrileño", y a Romay "Centollo"? ¿Llamaría a Corbalán "Míster Marketing", o bien "Restaurante"?
No querría meterme con la cuestión musical. Porque Montes se las da de melómano, de entendido. Y cree que con cantar el estribillo de "Mojo picón", o decir "Sonido Motown" para referirse a una compañera, o soltar algún estribillo de Nacha Pop traído por los pelos, vamos a creer que es un experto en música. Esto, estoy seguro, vuelve a ser una copia nefasta de Ramón Trecet (que, este sí, sabe un poquitín de música, realmente.)
Yo estoy viendo los partidos del Eurobasket, y vi los del Mundial, muy, muy, muy, muy a pesar de Andrés Montes, sólo por lo que me gusta (o en recuerdo de lo que me gustaba) este juego. ¿Por qué pagar a un locutor que tiene mala voz, no sabe de la materia, no sabe narrar, no tiene maldita la gracia, no tiene ingenio, y cuya única característica destacable es un molesto, infantil, patético, constante e insoportable afán por hacerse ver, como el niñato que no sabe jugar a nada sin decir: "Mamá, mira, mira lo que hago. Mírame, mamá, ¡Míraaaaaame! ¡Mamá! ¡Mamá!" y que sin tener recursos para llamar la atención se basa en la repetición y el relleno? ¿Por qué pagar a alguien que no aporta absolutamente nada positivo a la transmisión del partido? ¿Creen que esta manera de llamar la atención hace a La Sexta destacar sobre otras cadenas? Señores míos, lo que hace a La Sexta destacar
son los jugadores y los partidos. No les hace falta torturarnos con este payaso. Dejen solo a Iturriaga o, mejor aún, a Epi, que se basta y se sobra, aportará algo y sabe hablar infinitamente mejor que este sujeto. Es sencillo: si creen en él, denle un programa de humor, donde sólo salga él. Separen las dos cosas. Nadie va a tragarse sin ganas un partido para poder ver a Montes. Pero les garantizo que hay gente que no ve un partido para no tener que tragarse a Montes. Yo mismo.
Todo ello dicho sin animadversión personal, sin acritud y deseando a Montes lo mejor en un puesto más acorde a sus características.
Ha sido largo, lo sé. Pero es que después del partido de ayer tengo la lengua llena de llagas de tanto mordérmela. Necesitaba decirlo. Y todo lo que he rajado es lo que siento, constantemente, mientras soporto a este tipejo.