Vamos a recapacitar. Todos tenemos un puñado de canciones que sea por lo que sea nos tocan la fibra sensible, pero maldita la gana que tenemos de admitirlo, y menos aún de dejarlo escrito. Pero ¿para qué es un diario si no es para dejar escritas cosas de las que arrepentirse? Así que confesemos. Tendría pecados para aburrir hasta al cura más paciente, pero intentaré elegir sólo unos pocos.
Canciones misteriosas:
La estatua del jardín botánico (Radio Futura). Bueno, Radio Futura no han escrito ni una sola letra obvia, y precisamente esta canción es de las más evidentes para lo que se estila en ellos, así que llamarla "misteriosa" es relativo. (Iba a decir que hoy en día ya no se escriben letras tan elaboradas y crípticas, pero lo de "los micrófonos" es un contraejemplo brutal, aunque hay versiones aún más elevadas.) Cuando uno oye esta narración a tierna edad, se queda patitieso de ver con qué facilidad cuentan una historia (una estatua, no hay más) de una manera no obvia. El vídeo tiene la encantadora cutrez (totalmente intencionada en esa época de perras locas) tan habitual en aquellos años, y que no sé cómo verá alguien que no haya crecido en los 80. La versión de Soledad Giménez (y puestos a confesar gustos pasteleros tendría que dedicar un artículo entero a Presuntos Implicados) o la de Alex Ubago son estéticamente mucho más pulcras, pero la original tiene mucha más alma. Cutre y todo. (Ubago dice "al compás de las olas", y para mí que la original hablaba de "horas", pero bueno, qué más da.)
En brazos de la fiebre (Héroes del Silencio). No es la canción más famosa de Héroes (aunque supongo que todos sus fans se la sepan de memoria, por supuesto, pero es que se las saben todas) ni la más cañera. Sin embargo, en la propia calma está la fuerza. Muchas veces pecan de pretenciosos, claro, pero yo creo que el secreto de sus letras está en que vierten tantas cosas en cada renglón que a todo el mundo le toca algo. Mis alas volvieron rotas, y entre otras cosas ya no escriben con tinta de luz... esa, por ejemplo, yo no la habría escrito mejor, ni más triste ni más certera. No hace falta que las líneas de alrededor concuerden.
También hay canciones... lolailas:
Pétalos marchitos (David de María). Ya sé que es carne de cuarenta principales, pero respeto mucho a este tío. Esta canción (a pesar del desafortunado e incomprensible arreglo de "sonidos-de-viento-hechos-por-un-tío-diciendo-woooooossshhhhh", y a pesar de la discutible versión con Antonio Orozco) es grande. Cuando suena, me paro y la escucho. Sabiendo un poco de su carrera, además me parece que es autobiográfica y está muy lograda.
Alguna vez (Ketama). No tengo mucho que decir; me encanta cómo esta hecha esta canción. El cambio que empieza en Qué inútil es, para llegar al estribillo, es una escalada armamentística perfecta, hay que reconocerlo. Tiene las dosis justas de todo; el arreglo pop, el rollo latino, el gitano, la percusión, la sección de viento, incluso el deje blue note en algún momento. Me parece que es una canción perfecta. A mí me puede, y mira que la rumba no es lo mío... Sólo le tacho alguna conjugación un tanto atrevida en la letra.
Folklore patrio:
Agora non (cualquier intérprete). Es una añada, es decir, una nana tradicional asturiana. Es una canción verdaderamente maravillosa, de esas que el mundo desprecia porque... no es pop. Se puede elegir entre miles de versiones, pero puestos a buscar una modernizada, ahí está la que grabó Marco Martínez enriqueciendo la armonía. La que interviene no es mi cantante favorita, pero el resultado global demuestra que estamos desperdiciando ocasiones de hacer excelente música con la herencia que nos fue legada. La versión de Cuerria también es muy buena para oyentes con intolerancia al sonido añejo y úlcera gastroduodenal. Incluso hay por ahí un trocito de una versión hecha por un grupo argentino.
Sobredosis pastelera:
Adiós a medias (Manu Guix). Sí, sí, qué le voy a hacer. Si la oyes probablemente te salgan granos en la cara en los primeros diez segundos, pero con Manu Guix hice el esfuerzo de intentar ser estrictamente justo. El tipo fue profesor de la academia de OT, y su disco es de un romántico que empacha, motivos más que suficientes para dar media vuelta y correr como perro con guindilla en el trasero, pero a) creo que es un músico de la cabeza a los pies, y b) por hortera que suene esta canción (y las demás), creo que si en vez de Manu Guix la cantara en inglés un tipo llamado Al Green nos merecería el mayor respeto. Así que me dio la gana hacerle un donativo a Manu Guix (bueno, a su discográfica) y ser uno de los presumiblemente pocos españoles que compraran su disco original. Yo, pecador, me confieso. Además, coño, esta canción me recuerda a mi padre. Mantener siempre la pose cultureta resultaría agotador. Todos tenemos instintos que somos incapaces de sofocar.
Metaleo emotivo:
Capitán Lawrence (Warcry). En general no parece propio emocionarse con heavy metal, y menos aún con esa peligrosa afición que tiene Warcry a meter teclados Camela que arruinan esa virilidad guerrera que pretenden exudar, pero aun así, esta canción es un logro. No soy de fácil llorar, y esta canción no lo ha conseguido, pero alguna vez he estado cerca (supongo que cuando tengo las hormonas descolo... ejem, olvidémoslo). Cuenta la histora (verídica) de Lawrence Oates, miembro de la épica expedición de Scott al Polo Sur. Y es que lo de las exploraciones antárticas me apasiona.
Buffff, qué esfuerzo. Podría seguir con muchas más, pero mejor otro día. Que las catarsis son agotadoras.