Este blog nació como un puro ejercicio de reflexión o de escritura, privado, sin ningún ánimo de crear polémicas. Sin embargo, sorprendentemente hay quien lo lee, y eso me corta bastante; más que nada, porque hay quien tiene la irritante costumbre de repartir por decreto carnets de partidos, por encima de razonamientos o ideas. Como ejemplo, escribí para mí mismo una reflexión sobre cómo he visto a la oposición estos últimos años, y la he tenido guardada en el cajón. No me decidía a colgarla. Estaba decidido a volver a los cuentos y la poesía... (bueno, esa decisión la mantengo).
Y he pensado que al final estaría dando la razón a los futbolíticos si me censurara a mí mismo en mi propia casa, si aceptara que sobre política no se razona ni se dialoga, sino que se milita. Yo soy sólo ciudadano (es decir, alguien a quien, por solidaridad con sus semejantes, interesan los asuntos públicos), no soy "del partido X", espero no serlo nunca de ninguno, y no tengo por qué esconder (¿?) una militancia que no tengo. Así que voy a colgar el texto, en el cual la labor de oposición del PP no es que salga muy bien parada. Sólo puedo decir que ardo en deseos de encontrar motivos para escribir un texto en sentido contrario: alabando el buen juicio, la coherencia y la utilidad de la oposición del PP. Pero no puedo hacerlo mientras no haya razones.
Ahí va el tocho.
Empezó la legislatura un gobierno nuevo. La derecha española no aceptó la decisión de los españoles, y desde el principio cuestionó la misma legitimidad del resultado electoral. Cosa que no había pasado antes, que yo recuerde.
ETA atravesaba (dicen) una fase de relativa debilidad (no en el sentido de que se fuera a trincar a todos sus miembros, que poco más o menos que eso, de hecho, ya ha ocurrido muchas veces, por ejemplo en Bidart, y siempre ha habido repuestos). El gobierno entrante fue a por la madre de todos los logros electorales: el final de la violencia. Un cambio de gobierno, no sé por qué, parece propiciar este tipo de
distensiones; recordemos cómo el PNV decía en su día que se entendía mejor con Aznar que con González (la cosa cambió después, y es que el roce no hace el cariño, sino la ampolla).
El Parlamento español aprobó
una resolución en la que apoyaba que el Gobierno dialogase con quienes decidiesen abandonar la violencia, que según el texto
no tiene precio político y la democracia española nunca aceptará el chantaje. ETA declaró, con su habitual palabrería de guerrero del antifaz, un "alto el fuego".
La política antiterrorista siempre ha sido responsabilidad del Gobierno de turno (y eso decía ese "pacto por las libertades y contra el terrorismo" que el PP dice que rompió el PSOE). La oposición ha venido aceptando que quien gana las elecciones manda (por mandato de los españoles), por un lado, y por otro que el principal enemigo es ETA, y la unidad está por delante de los objetivos privados. Cuando Aznar salió en la televisión llamando "movimiento de liberación" a los terroristas nadie lo acusó de connivencia (bastó que a Zapatero le saliera una vez "accidente" hablando de las víctimas del T-4 para que algunos vieran la prueba inequívoca de su filoterrorismo). Cuando dijo que había dado órdenes de iniciar contactos (sin el apoyo previo del Parlamento, creo) nadie puso objeciones. Cuando trasladó a decenas de presos o les aplicó beneficios penitenciarios todos confiamos en él. Este tipo de procesos debe llevarse, siempre, con discreción y sin interferencias; a la hora de tomar una curva, un coche sólo puede conducirlo uno. Todos esperábamos que fuese capaz de acabar con los secuestros y los asesinatos, nada más; y si lo conseguía y se ponía la medalla, pues tanto mejor para él y para Mayor Oreja. Para eso los elegimos.
Durante todo el tiempo que el PSOE, con más o menos acierto, llevó el proceso, el PP gritó todo lo alto que pudo en contra de cualquier diálogo. No sólo eso; acusó directamente al PSOE de haber organizado los atentados del 11-M. Trató de traidores a todos los demás partidos del Parlamento (representantes de la voluntad de la mayoría de los españoles). Intentó manchar de terrorismo a todo el mundo (a los catalanes y sus supuestos pactos secretos, por ejemplo). Echó en cara a Zapatero en sede parlamentaria los muertos del PSOE como si fueran obra suya (Pío García Escudero). Le dijo a Zapatero, también en sede parlamentaria, que si ETA no le ponía bombas era, lisa y llanamente, un traidor (Mariano Rajoy). Dijo en algún mítin que Zapatero había pasado información a ETA sobre el PP (Alicia Castro). Y mucho más (no vamos a repasar las aportaciones de Acebes, que esto ya es bastante largo).
No es que el PP haya roto de manera más o menos sutil el pacto de respeto y silencio que siempre se ha mantenido alrededor de este tipo de procesos. Es que lo ha hecho con toda la virulencia de la que es capaz (que es mucha). Ha empleado absolutamente todos sus esfuerzos en repetir la idea de que Zapatero es un etarra (sin prueba alguna, naturalmente; para repetir algo no hacen falta pruebas). Ha ido muchísimo, muchísimo más lejos de lo que el debate parlamentario, o la oposición, o la oratoria mitinesca permiten. Ha hecho y dicho cosas que me resultan absolutamente insólitas, inconcebibles. Cosas que no tienen ningún precedente en la democracia española.
Sin embargo, no hay absolutamente nada (
absolutamente nada) que nos permita pensar que el gobierno de Zapatero ha hecho algo ilegal o inmoral (algo
distinto de lo que hayan podido hacer otros gobiernos) en relación con el terrorismo. Nada. Nunca, jamás, han apoyado sus insultos en nada verificable; han construido una cadena de insultos que se apoyan unos en otros, por mera repetición (Goebbels sabía mucho de esto, al parecer). No hay nada más, que sepamos. Pero no hace falta. A todos nos jode que de Juana Chaos tenga novia, o que siga vivo, o que no pueda morir veintiséis veces que es lo que se merece, y como nos jode, y nos jode, y nos jode, pues nos agarramos a lo que sea con tal de culpar a alguien. Y esas ganas que tenemos de arañar las paredes es lo que la oposición ha intentado personificar en Zapatero. No es nada nuevo; se llama demagogia. Como acusar al presidente de terrorista porque no
ilegaliza ANV, cuando es un partido fundado hace setenta años y que el gobierno de Aznar no sólo consideró legal, sino tan legal que lo financió de manera extraordinaria devolviéndole fondos incautados durante la Guerra Civil (esa que Aznar
no nombra cuando la nombra).
Un ejemplo triste ha sido Navarra. Diversos dirigentes del PSOE han dicho por activa y por pasiva, públicamente, una vez y otra, que no había nada que negociar respecto a la inclusión de Navarra en la CAV. Y, mientras, los dirigentes del PP han pedido constantemente que algún dirigente del PSOE dijese si iban a negociar o no la inclusión de Navarra en la CAV. Ya lo dije:
nos toman por imbéciles, y aciertan.
En este cúmulo de despropósitos, ETA aportó lo suyo: volar un terminal de un aeropuerto, matar a dos personas y considerar a la vez que el alto el fuego no se había roto. Es su forma de razonar.
Zapatero se tragó públicamente sus palabras de que un año después estaríamos mejor en relación con el terrorismo. Pero ¿se tragó sus palabras alguien del PP? Pues no. Ya lo había dicho Rajoy. "Tío, tú eres malo porque sí; si no te ponen bombas, la culpa es tuya, y si te las ponen, también". Cuando ETA mata no hablamos de otra cosa, pero el PP se ha encargado de que cuando no mata también sea nuestro mayor problema. Durante el diálogo, debería haber ocurrido lo contrario; deberíamos haberlo dejado estar, deberíamos haber pensado en otras cosas. Y quizás hoy estuviéramos hablando de entrega de armas. Desgraciadamente, nunca lo sabremos. El PP ha conseguido que muchísimos españoles piensen que por el mero hecho de iniciar el diálogo (ya que otra cosa ni ha hecho ni ha podido hacer) Zapatero es un traidor, cuando lo cierto es que para estar como estamos ahora no necesitamos pagar el sueldo de ningún presidente. Si lo elegimos, es para que cumpla su obligación, y su obligación es, en el caso de que ETA parezca estar por la labor de sentarse a hablar y dejar de matar gente, sentarse con ellos y emprender la difícil tarea de convencerlos, engañarlos o lo que sea menester.
Al fin, ETA declara formalmente que ha roto (juas,
ahora sí) su particular "alto el fuego". Ya estamos como antes. Ya estamos donde quería el PP: pegándole a ETA donde más le duele, o sea... ejem... ¿dándoles golpes con nuestras nucas en sus balas? La AVT quizás esté contenta también, engrosando sus filas. Es algo verdaderamente escalofriante el sentimiento de
alivio que se percibe en algunos sectores de España porque ETA vuelve a las armas. Es evidente que la prioridad para el PP no ha sido acabar con ETA, sino (y esa era su auténtica obsesión, lo que no les dejaba vivir) que Zapatero hubiera podido colgarse la medalla de que bajo su mandato se terminase el terrorismo. Han elegido ser parte del problema, y no de la solución. Han ayudado a perfilar el término
proetarra, en un sentido que resultaba difícil de prever.
Convenientemente alejada esa posibilidad de medalla para ZP (ufffff... menudo susto nos ha dao), toca jugar con nosotros al poli bueno. Después de las hostias del poli malo, el poli bueno te ofrece un remanso de confianza, de tranquilidad; te abrazas a él con tal de que no vuelva el otro. Ya empezó la transformación, de manera leve pero apreciable, poco antes de las elecciones autonómicas y municipales, y ahora, en el tiempo que queda hasta las generales, los asesores electorales del PP podrán terminar las tareas necesarias para que los votantes lleguen a las urnas ese día habiendo olvidado la peor cara del PP (la memoria es frágil), pero sin olvidar lo malo que es Zapatero (coño, ya no se acordarán de por qué, pero recordarán instintivamente que "era malo por algo que me dijo este señor tan amable de la barba y las gafas"). La valoración de la dichosa reunión del lunes pasado es parte de esos deberes.
Si algún día llegamos a ver el final de ETA (es decir, si esta se rinde), será en un larguísimo diálogo en el que el Estado tratará con los asesinos, en un clima de discreción total, y les dará algún tipo de salida. De ETA-pm no recordamos si algún preso estaba aquí o allá, si comía o no; recordamos sólo que es un mal sueño que pasó. Y algunos recuerdan a sus seres queridos que ya no están, y eso, desde luego, no lo va a cambiar nada.
Si algún día Rajoy llega a gobernar, y se dan las circunstancias para que ETA se plantee siquiera cambiar de trabajo, tendrá gracia ver cómo se sienta a hablar con ellos (porque lo hará). Entonces se nos dirá: "- Claro, pero es que Mariano, a diferencia de Zapatero, lo está haciendo bien; Zapatero lo hacía mal. -¿Por qué? -Ah, porque Zapatero era amigo de ellos, lo sabe todo el mundo. -Pero ¿qué
hizo exactamente de diferente? -No sé, no me acuerdo, pero vamos, algo había."
Sólo queda sentarse a esperar los muertos. Que serán culpa de Zapatero, claro. Si yo fuera de ETA, tendría clarísimo el siguiente paso, pero me lo voy a callar. Ojalá me equivoque. Los siguientes pasos del poli bueno sí creo que puedo decirlos:
- Dejar un poco al margen la deslegitimación de las elecciones pasadas (ya no hace falta seguir machacando con eso).
- Aflojar con la cuestión conspiranoica del 11-M. Los pobres peones negros y demás huestes van a quedar más abandonados que una colilla, pero será fácil no perder su favor: bastará con dejar por ahí la duda que se ha sembrado. "Nunca supimos exactamente lo que ocurrió, nos habría gustado que se investigase más y mejor, en fin, qué se le va a hacer". Con que la cosa quede un pelín misteriosa, a los conspiranoicos les valdrá, y al PP también. Si algún día están en en gobierno y se les pide que desclasifiquen cosas, bastará aquello tan manido de "Bueno, eso es el pasado y creemos que hay que dejar de mirar al pasado y trabajar por el futuro, para que no vuelvan a ocurrir cosas como las que han ocurrido..." etc.
- Esperar a que ETA mate de nuevo, para potenciar el papel de poli bueno. Y "como con Zapatero fue imposible ver el final de ETA, tenéis que probar a ver si nosotros sí podemos conseguirlo con una táctica totalmente distinta". (Que es la misma, claro, cambiándole el color de la camiseta, que es lo que cuenta en la futbolítica). Además, se puede hacer de poli bueno con facilidad, porque para algunos ya no hará falta decir nada como poli malo: de por sí ya pensarán (es un decir) que el tiro lo ha dado, poco más o menos, Zapatero en persona.
Que Dios nos conserve la memoria. Buena falta nos hace.