Hace unas semanas me desplacé a Mieres, mi patria chica, con la única finalidad de ver un concierto de Marco Martínez y Joaquín Chacón en el Centro Cultural Cajastur. Fue maravilloso. Dos guitarras, sin más, tocando jazz del bonito, del que gusta oír. Ya había visto a Marco varias veces, pero hay que ver cómo movía Chacón aquellos dedos delgados de aspecto engañosamente débil.
Marco Martínez vuelve a tocar el próximo sábado 24, en el Masaveu 55, con Óscar Santos (menudo bajista) y Roberto Menéndez, un vocalista con el que tuve el placer de coincidir en un seminario de improvisación. La cosa promete. Qué coño "promete": dejémonos de medias tintas, simplemente me muero de ganas de oírlo.
Marco repite también con Joaquín Chacón, en el Masaveu 55, el viernes 30 a medianoche, y el sábado 31. Desde luego, son conciertos para no perderse. Pero me entra una pereza tremenda.
El Masaveu 55 es un sitio especial. Muy pequeñito, pero merece la pena ir por la música, desde luego. Con una decoración muy original, con muchos detalles para entretenerse, con ingenio, con estilo. Pero hay un problema: todo ese rollito moderno y original va muy bien, hasta que se les ocurre mezclar churras con merinas y hacer apología del tabaco.
En uno de los cartelitos que hay por ahí puestos, escritos con indudable gracejo literario, se puede leer: "Capacidad del local: 65 personas más el humo" (no recuerdo si son 65, pero da igual). Hay otros de similar tenor.
Uno de los pocos locales en los que se puede oír música de calidad, en directo y con entrada libre (haciendo una consumición cara, por supuesto; es de justicia), un lugar un tanto insólito y con cierto encanto, se convierte en un agujero infecto, incómodo y en el que uno no se siente bien recibido. Por dos motivos: uno social y otro físico. El social es que si no eres fumador, al entrar te están diciendo: "Tío, te has equivocado de sitio. Aquí se fuma, y si quieres quedarte te jodes, y si no estás a gusto te largas. Aquí somos inteligentes, modernos, sofisticados, literarios, bohemios, interesantes, y por tanto se fuma, que es lo inteligente, moderno, sofisticado, literario, bohemio e interesante". El físico es simplemente que no hay quien aguante durante mucho tiempo la mierda con la que algunos modernos, sofisticados, literarios, bohemios y, sobre todo, fumadores parroquianos (que sean inteligentes o interesantes voy a dejarlo en cuarentena, como mi ropa cuando vuelvo a casa de una inmersión en el Masaveu) se dedican a obsequiar al resto.
El último concierto al que asistí era una delicia. Marco tocaba con otro vocalista, y la cosa estaba genial. Música muy tranquila, limpia, precisa. Pero hay un problema. Si tienes un barril de mierda y echas una cucharada de vino, obtienes mierda. Si tienes un barril de vino y echas una cucharada de mierda, obtienes mierda. En este caso el sonido y la mierda ocupaban el aire del Masaveu a partes iguales. Con lo cual al descanso, tristemente, nos fuimos (no aguantábamos más).
Habría sido estupendo poder salir cinco minutos a respirar, volver a entrar y aguantar la siguiente hora de música. Pero respirar es lo que tiene. Necesitas hacerlo prácticamente todo el tiempo; no puedes darte un simple chute para tranquilizarte. Los modernos, sofisticados, literarios, bohemios y fumadores clientes sí tienen, claro está, la opción de salir un momento para meterse su dosis y aguantar la siguiente hora, o al menos las siguientes canciones. ¿En qué les perjudicaría? En nada. Su ropa no llegaría a casa afectada por ningún olor nauseabundo que ellos no hubieran elegido. No se perderían ni una sola canción. No se sentirían rechazados; porque sólo es su humo lo que tiene que quedarse fuera, no ellos. Pero esa solución... amigo, no es sofisticada.
El dueño del Masaveu, sin duda alguien con mucha personalidad (hay que tenerla para servir las copas llevando sombrero; me gustaría atreverme a llevarlo yo también), ha decidido a quién quiere en su bar y a quién no. Tengo que escribir estas cosas con cuidado de no ofender a nadie, pero resulta que debo considerar que su posición no es una ofensa. Que si no soporto estoicamente su incoherencia, su mala educación (impersonal, ya lo sé, pero mala educación), la culpa es mía, yo soy el que falla, el... intolerante. Total, que para escuchar a Chacón y a Martínez como la ocasión merece, me estoy planteando ir... el viernes 30 a la Casa de la Cultura de Grao, donde también tocan. Gracias a una tímida ley, no se puede fumar en sitios así, pero al ser un patio... me entra la duda.
Así que estoy en un dilema. ¿Vuelvo a ver a Chacón y a Martínez, a disfrutar cada nota, a intentar aprender de eso que han dedicado miles de horas a preparar para mí y para otros como yo y que van a enseñar en unos momentos que jamás volverán a repetirse aunque actúen juntos mil veces, o se va todo a la basura gracias a la sofisticación y la bohemia y la pose de unos cuantos?
He llegado a la conclusión de que no. De que no tengo por qué tragarme el lote entero. Así que Chacón y Martínez tocarán nada menos que tres veces en dos días, y no veré ninguna.
¿Por qué?
Porque el vino mezclado con mierda es mierda. Y alguien tenía que decirlo.