La cuestiones idiomáticas no se liquidan en cuatro palabras. Tienden a ser complejas, y largas de explicar (suponiendo que se puedan explicar). Así que lo que uno diga es doblemente discutible: en primer lugar, discutible como cualquier cosa sujeta en algún punto a opiniones o prioridades personales, y en segundo lugar, discutible con base en las cosas que necesariamente omite. Pero aun así voy a apuntar por qué abogo por la oficialidad del asturiano.
En mi punto de vista hay tres premisas y un antecedente.
Premisa número uno: considero la lengua asturiana un valor cultural, algo positivo. Creo que su progresiva desaparición obedece en origen a razones políticas, de imposición de otra lengua como la única correcta. Efectivamente, por las razones que sea, hay quien consiguió que quien hablase en asturiano se avergonzase de ello, a no ser que lo hiciera en broma. (Aún hoy tenemos un agridulce ejemplo en la TPA; para Terapia de grupo está muy bien el asturiano, pero para los informativos no). Yo creo que esa denostación y ridiculización es un motivo inaceptable para la desaparición de una lengua, si es que uno la considera parte de su patrimonio.
Hay quien rechaza esta premisa y simplemente no considera que el asturiano sea algo digno de ser conservado. Entiendo esa posición y no tengo mucho que decir al respecto. Mi premisa es que sí. Supongo que aun estando en desacuerdo con ella puede comprenderse o considerarse una postura razonable.
Premisa número dos: en mi caso, la conservación del asturiano no tiene ninguna implicación política de rango superior. No pienso en amueblar una nueva nación, ni vinculo en absoluto el asturiano a independentismo, ni a ecologismo, ni a izquierda ni a derecha ni a nada. Considero la defensa del asturiano una idea autónoma, y no acepto etiquetas de ámbito más amplio ligadas a ella.
Premisa número tres: no creo, en general, en imposiciones del asturiano a la ciudadanía, ni que haya que forzar demasiado la máquina para que se mantenga a cualquier precio. Pero si una lengua muere, tiene que ser por muerte natural, y no por asfixia. Digamos que si el asturiano es cosa de cuatro descerebrados, languidecerá solo; pero hay que procurar que no haya sobre él más influencia negativa, en su caso, que la preferencia de la población. No debe encontrarse ninguna resistencia (que eso sí es una imposición: la del castellano); si acaso, sí un cierto apoyo y protección, basándome en la premisa uno (y en las leyes, que así lo reconocen).
Antecedente: hay quien dice que la supervivencia del asturiano no necesita de la oficialidad. Que una lengua no tiene por qué ser oficial, que hay otros estados legales, otros mecanismos de protección... Y mi antecedente personal es que siempre he estado de acuerdo con eso, y nunca he sido partidario de la oficialidad. El Estatuto de Autonomía, la Ley de Uso, los Estatutos de la Universidad, expresan un respeto al asturiano que sobre el papel siempre me ha parecido suficiente. Siempre he dicho que oficialidad no.
Pero ahora (desde hace muy poco) digo que sí. He tenido que cambiar de idea.
Básicamente, porque esos otros mecanismos, que deberían ser suficientes (esas leyes son muy claras) no sirven PARA NADA. Son papel mojado. Son declaraciones hipócritas de buenas intenciones, cuyo único fin he concluido que es cubrirse las espaldas y salvar las apariencias.
Y si en cualquier momento alguien quiere utilizar el asturiano (no imponerlo a nadie ni guerrear políticamente con él; utilizarlo, nada más) suele encontrarse con impedimentos y posturas inamovibles. Y si dice que las leyes le reconocen el derecho a utilizarlo, ¿qué respuesta obtiene?
Indefectiblemente, la misma: que ya puedes reclamar al maestro armero, porque el asturiano no es oficial.
No hablo de caprichos nacionalistas extraños. Hablo de que hoy por hoy en la Universidad de Oviedo, por mucho que digan los estatutos, y por mucho que se haga una edición bilingüe de los mismos (por cierto, casi lo único que oficialmente he visto a mi Universidad publicar en asturiano), no se puede presentar una tesis doctoral en asturiano. Se ha demostrado, porque se ha intentado. Hablo de que en un congreso del Real Instituto de Estudios Asturianos (¡asturianos!) no se puede presentar una miserable ponencia en asturiano, ni siquiera cuando su tema es la dignificación del asturiano en determinados concejos. Esto se ha demostrado también empíricamente. Hay multitud de ejemplos. Ni siquiera en el ámbito del conocimiento abstracto se puede usar el asturiano para cuestiones netamente asturianas...
La página web del parlamento catalán es muy amigable con los idiomas: está en catalán, español, inglés, vasco, gallego y aranés. El aranés es una lengua hablada en el valle de Arán, que está reconocida legalmente en el estatuto catalán más o menos como el asturiano en el estatuto asturiano. Es la lengua materna de 2.785 personas. La comparación es... frustrante.
¿Qué pasaría si alguien propusiera al Parlamento catalán la inclusión de una mínima versión en asturiano de su página, facilitándoles la traducción ya hecha? Que con toda amabilidad declinarían la oferta... por la única razón de que el asturiano no es lengua oficial. Me consta. (Y estamos hablando de gente muy sensible y respetuosa con las minorías lingüísticas; ya digo que tienen su página en vasco y gallego, sin obligación alguna, y en aranés, teniendo una obligación "débil".)
Bajo mis premisas... ¿qué otra opción tengo que apoyar decididamente la oficialidad, por muchas objeciones que pueda tener? Pero debe quedar claro que los más acérrimos valedores de la oficialidad, y los que me convencen de que la apoye, son precisamente esos que dicen que no hace falta. Por la mañana te dicen que para qué la quieres, y dices que vale, y cuando por la tarde les dices algo en asturiano, te dicen que no, que te calles, que no es oficial.
Y todo esto es casi cómico, porque no creo que la oficialidad de una lengua sea un concepto fijado de manera precisa y por definición en ningún sitio. Estar a favor o en contra de la oficialidad es algo muy vago, mientras no nos estemos refiriendo a un texto legal concreto que la defina de cierta manera. Así que me encuentro en la tesitura de estar a favor de algo que no sé lo que es, simplemente por eliminación; el debate sobre su forma o límites es innecesario, porque la peor agresión que sufre hoy la llingua es la no-oficialidad. A eso se reduce cualquier debate sobre el derecho a utilizar el asturiano: mientras no sea oficial, no existe.
Que sea oficial, pues. Aunque me temo que los asturianos somos tan indolentes que todo nos da igual mientras haya pan y circo.