Tristeza y fútbol
Esta semana, un futbolista llamado Antonio Puerta sufrió un desvanecimiento mientras jugaba un partido. Poco después murió en el hospital. Ha recibido una atención enorme de todos los medios de comunicación, que se han alimentado de su muerte como buitres carroñeros (en especial, al parecer, nuestra televisión pública). También la de miles y miles de fanáticos que se han emocionado hasta la náusea con su tragedia (una gran parte de ellos son los mismos que le tirarían botellines en el campo y se acordarían de toda su familia si la pelotita hubiera rodado de otra forma en unas cuantas ocasiones). Su muerte ha sido uno de esos sucesos que la Naturaleza a veces nos depara, y al parecer muy difícil de prever y de evitar. Se ha suspendido algún partido -cómo no- para que sus compañeros, psicológicamente afectados, pudieran darle la despedida que sin duda se merece, y todo el mundo comprende y comparte su dolor y las pocas ganas que tienen de jugar al fútbol ahora mismo. Su mujer está embarazada. El Estado le concederá a título póstumo la Medalla de Oro al Mérito Deportivo y quizás el Ayuntamiento de Sevilla lo nombre Hijo Predilecto y ponga su nombre a un polideportivo.
Esta semana, otro de un equipo de una decena de compañeros, llamado Marian Cojocea, en este caso rumano, falleció en el acto cuando lo aplastó un ascensor bajo el que estaba trabajando. Tenía 49 años. Su mujer está embarazada, tiene además un hijo de 2 años y se encuentra totalmente desamparada. Él y sus compañeros (6 polacos, 4 rumanos) no tenían contrato alguno, estaban en un país extraño trabajando del orden de 12 horas diarias, 6 días a la semana, en condiciones inaceptables y sin licencia de obra. Les daban 20 € al día para comer, y lo hacían en la obra con lo que compraban en el súper. Varios de ellos vivían en la misma obra en unas colchonetas miserables, y por supuesto no tenían cascos, ni arneses, ni nada que se le pareciera. Dormir en el sitio donde murió su amigo sería horrible, pero una vez precintado el edificio a causa de la muerte la cosa no es mucho mejor, porque varios de ellos no tienen ningún otro sitio al que ir. No tienen dinero, y no han cobrado ni cobrarán por este mes de esclavitud. UGT ha puesto servicios jurídicos a su disposición para que denuncien a sus explotadores. La muerte de Marian ha ocurrido por ahorrarse unos euros, y era totalmente evitable. La cobertura de la noticia es mínima.
El fútbol lo cambia todo. Ya puede esa viuda rumana prostituirse en una esquina, si quiere. Quizás veamos en las noticias que sus hijos se han asfixiado con un brasero por estar solos, y pensaremos que estos rumanos son unos inconscientes. ¡A quién se le ocurre meterse debajo de un ascensor!
Pero volviendo a lo que importa, hay que ver qué enorme pérdida ha sufrido el "sevillismo"...