Ofender a los físicos
Pongamos por caso que decido ofender, de manera deliberada, a los físicos. Son gente que profesa (prácticamente en todas las acepciones de esa palabra) una dura disciplina, se somete a agotadores esfuerzos y desvelos durante años, supera incontables obstáculos; dedica, al fin, su vida y su ser al conocimiento y avance de la física. Que se lo pregunten, si no, a Marie Curie, la primera persona en ganar dos veces un premio Nobel (y hasta ahora la única mujer), que durante largos años entregó su salud al conocimiento de la radioactividad haciendo un durísimo trabajo en un cobertizo frío y húmedo y murió, al parecer, como consecuencia de sus investigaciones.
A los científicos se les tacha, a veces, de dogmáticos, intransigentes, cuadriculados, fundamentalistas. Gente como Iker Jiménez, sin duda mucho más preparada que ellos, les echa en cara su negativa a admitir otras verdades.
Pues para ofender a los físicos podría hacer varias cosas. Por ejemplo, podría coger un ejemplar de los Principia de Newton. Quizás el libro fundamental de la ciencia. Y podría añadir los artículos del Annus Mirabilis de Einstein y prenderle fuego al tocho, grabar el acto y colgarlo desafiante en Youtube.
Podría comprar espacios publicitarios en autobuses urbanos, y publicitar mensajes como "El heliocentrismo es mentira", "Las leyes de Newton son falsas" o "Kepler se equivocó". Y poner al lado una caricatura de Darwin. Transmutado en mono.
Podría ofender también con el arte; no sé, meter una maqueta del sistema solar en un frasco de orina. Podría hacer dibujos de contenido sexual sobre Stephen Hawking y su silla, o burlarme de Einstein, o de los dos a la vez.
Podría organizar una manifestación pidiendo que se retiraran las asignaturas de Física de los seminarios, o que se cerraran todas las aulas de física que hay en los conventos. Bueno, estas últimas cosas serían un poco absurdas, porque no existe nada de eso; pero por poder, podría.
¿Se ofenderían los físicos? Mis acciones podrían ser de mejor o peor gusto, podrían resultar más o menos molestas. Puede que incluso algún físico malhumorado se diera por aludido y me dedicara un epíteto cariñoso. Quizás Hawking, que está vivo, se rebotara y me demandara, pero no en calidad de físico, sino por referirme a él personalmente; aunque es probable que ni siquiera se molestara. Mayoritariamente, creo que me mirarían como a un chiflado y no me harían ni caso. Las empresas que gestionan los espacios publicitarios, probablemente, cogerían gustosas mi dinero, sin plantearse ningún miedo extraño, y allá yo con mis cosas. Los patrocinadores de mi arte se guiarían por criterios de rentabilidad y audiencia, y nada más. Y de mi quema de libros quizás se preocuparan los bomberos si la hago cerca de una gasolinera.
Es poco probable que los físicos pidiesen una ley que prohibiese específicamente burlarse de la física o decir cosas que contravinieran las leyes físicas.
Y eso que la física es una cosa seria; peor aún, es peor que seria. Es verdad.
Me repito, ya lo sé, pero es que todo esto me sigue dando que pensar, después de estos días tan especiales.
2 comentarios:
Muchos físicos han ido a Cuarto Milenio. Desde J.I Cirac, Premio Príncipe de Asturias de la Ciencia y Físico, Barta Gil o Emilio Carreño, director además de la Red Sísimica nacional.
O el que fuera director de la Real Academia de Ciencias Físicas, Alfredo Tiemblo.
Que conste en acta. Y contaron cosas muy interesantes en el programa de Iker.
Sí, es una táctica habitual de los magufos: aprovecharse del prestigio de la ciencia. Intentar revestirse de credibilidad para impresionar otro poquitín a los crédulos.
El escalón más básico es decir cosas como "hay estudios que dicen que", o "se ha demostrado que", o "los expertos no han encontrado explicación a". Es mentira, pero da igual.
El siguiente peldaño es traer personas que uno presenta como científicos o como expertos, aunque no sean más que mentirosos sin escrúpulos. Una persona, sobre todo si es hábil embaucando, siempre es más creible que una cita.
El siguiente nivel es traer como invitados a científicos de verdad, pero educados y amables, de modo que por pura urbanidad no vayan a decir en directo "Mira, Iker, eres un engañabobos y un mentiroso con mucha cara dura, y sabes perfectamente que lo que dices es una patraña, y que vives de engañar a los tontos". Se habla de temas más o menos neutros, se enfoca todo de manera llevadera, y ya está.
Y el peldaño definitivo, la cumbre de esta estrategia tramposa, es conseguir que inviten al magufo (o simplemente le dejen entrar) a una universidad o centro científico, a dar una charla o participar en un debate. Eso ya lo convierte en estrella.
Son hábiles en sus mentiras; si rehúsas su invitación, eres un dogmático que no se atreve al debate libre de ideas, así que ellos tienen razón. Si no les dejas contar sus películas en un centro universitario, tres cuartos de lo mismo, quieres taparles la boca, ¿por qué, de qué tienes miedo? Sin embargo, si aceptas su invitación, o los dejas hablar en el Paraninfo, los legitimas, y pueden decir tranquilamente que en las universidades se trata este o aquel tema. Como no tienen que demostrar nada, les basta con sembrar desacuerdo o vestirse con apariencias.
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