Valrecia
En general, aprecio a todos los servidores públicos; y la policía, en particular, tiene mi aprecio, mi reconocimiento, mi admiración y mi aplauso. En general.
Pero, otra vez, lo que he visto en los vídeos de Valencia no me ha gustado nada. Esos señores de la armadura, decididamente, no me están defendiendo. Tampoco parece que se estén defendiendo a sí mismos. Creo que más de la mitad de los golpes que dan no tienen por objeto otra cosa que intimidar precisamente a los débiles y a los inofensivos. Cuando vi las declaraciones de su jefe, dando golpecitos en la mesa como un maestro de escuela decimonónico y ridículo, y llamando "enemigo" a los ciudadanos a los que sirve y a los que, teóricamente, tendría que pegar muy a disgusto y muy a su pesar y sólo de manera absolutamente excepcional, se me puso un nudo -otro- en la garganta. Podría haberle salido "no debo revelar el número de agentes por razones de seguridad", podría haberle salido "no debo revelar el número de agentes porque puedo ponerlos en peligro", o cualquier otra cosa. Pero le salió lo del "enemigo" y lo de los golpecitos.
Me parece que la policía sabe hacerlo mejor. Me parece que lo que están haciendo lo están haciendo completamente aposta. Me parece que alguien no quiere otro 15-M; no quiere protestas pacíficas, no quiere que los ciudadanos tengan razón y le dejen en ridículo, y le dé lecciones de democracia y de decencia.
Me parece que alguien quiere ciudadanos cabreados, ciegos, hartos de abusos y violencia, hasta que no les quede otro remedio que revolverse. Me parece que alguien quiere provocar, para luego tener carta blanca. Me parece que alguien quiere jugar la carta del miedo, la de la espiral de violencia, para que los ciudadanos decentes, atemorizados, se arrojen en los mismos brazos que los muelen a palos.
Que es exactamente lo mismo que ha pasado con la crisis económica, y les está saliendo a la perfección. Hoy un tipejo puede salir por la televisión hablando de mandar trabajadores a Laponia, y nadie le tose. Hoy se puede bajar los sueldos sin problema, se puede atacar a los funcionarios, a los profesores, a los sindicatos, a los parados, a los enfermos, a los viejos, a los inmigrantes, a los desfavorecidos, y el pueblo, en vez de pedir un respeto, aplaude los palos. Hoy se puede decir a dos partes, hipócritamente, que negocien; cuando no llegan a un acuerdo se decreta lo que pide una de las partes, y esa parte, los empresarios, puede descojonarse delante de los micrófonos sin apenas disimular. Hoy se puede despedir mejor (¡despedir para que haya más empleo, dicen!), admitir luego que la reforma laboral no crea empleo, y todo da igual.
Lo dicho, les está saliendo a la perfección. Ya les ayudan los periodistas. Si les ayuda la Policía, tienen la partida ganada.
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