Lucía Etxebarría y sus problemas
Hace un par de semanas, supongo que por nostalgia de cuando parecía que uno hacía algo inteligente, pagué por un periódico. Y con él venía una revista llamada Magazine.
Al final venía una columna de ingenioso nombre: Simpatía por el débil, de Lucía Etxebarría.
Con los Rolling me pasa que por un lado me gustan, han hecho cosas buenas, pero por otro creo que están un tanto sobrevalorados. (Sí, me van a caer como panes, pero qué le voy a hacer).
Con Etxebarría me pasa casi al revés; que por un lado me resulta un tanto repelente y hasta sospechosa, pero por otro, cuando leo algo suyo o la oigo hablar (aunque nunca he leído un libro, sólo artículos) reconozco que algunas de las cosas que dice son razonables, como casi todo el mundo. Dudo que pase a la historia de la literatura con mayúsculas, pero tampoco estoy seguro de que sea fundada esa antipatía que le tiene alguna gente y esos chistes que a veces se hacen a su costa.
Total, que su columna, que ese día se titulaba "Cortinas de humo", empezaba exactamente así:
No voy a contar aquí mis problemas con mis asistentas, que son los mismos que conocerán la mayoría de mis lectores.
Ejem.
¿Tiene servicio doméstico la mayoría de las personas que leen el periódico?
Me ha dejado pensando.
Pero yo no empezaría así una columna. Y tampoco pondría esta como segunda frase:
Basta decir que una se llevó las únicas joyas de familia que yo poseía: pocas, de escaso precio, pero de enorme valor sentimental.
A lo mejor tiene razón, a lo mejor la mayoría de la gente tiene chacha, o a Lucía la lee la gente que tiene chacha, y además las joyas no eran tan valiosas. Pero empezar una columna hablando de asistentas en la primera frase (y dando por supuesto que la mayoría de la gente usa de eso), y de joyas de la familia en la segunda... No creo que haya estado muy hábil, que digamos.
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