Tengo un problema
No pretendo ser irónico con lo que sigue.
Hoy, intentando configurar un teclado en un ordenador con Windows XP, he acudido al "Solucionador de problemas". Y me he encontrado con esta curiosa ventana. Me pregunta qué problema tengo, y sólo me da una opción: decir que tengo problemas con el teclado.
Bueno, es correcto. De hecho, estaba en un diálogo que se titula "Propiedades del teclado", y elegí el "Solucionador de problemas". Así que no hay que ser un lince para saber que tengo problemas con el teclado. Pero que el ordenador me haga esta pregunta, y sólo me deje contestar admitiendo el hecho obvio de que sí, de que tengo un problema, me ha hecho pensar.
Dicen que al fin y al cabo el primer paso para solucionar un problema es admitir que lo tienes. Así que los creadores del sistema de ayuda no iban tan descaminados. No es una pregunta tan trivial ni tan ociosa; es una etapa importante del proceso de solución. Aunque no sea capaz de configurar el teclado, no se puede decir que no he conseguido nada.
Además, entre las personas también se dan situaciones parecidas: hay quien te hace una pregunta y sólo te da una opción para contestar. No quiere escucharte: sólo oírte decir lo que ya ha decidido por ti. El ordenador, en este caso, ha sido firme pero respetuoso. Te ha metido en la encerrona, sí, pero basándose en lo que ya habías dicho. Te ha hecho lo que podríamos llamar una llave, no de judo, sino de autoayuda.
Los padres tardan años en desarrollar esta técnica (normalmente, empiezan a dominarla cuando ya no es útil). Así que a esto podemos llamarlo inteligencia artificial.
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