Juzgar a un gobernante (II)
El problema de todo esto es la propaganda.
Cuando oímos hablar de propaganda, pensamos en los regímenes fascistas, en masas embrutecidas y atontadas que se dejan manipular con mensajes simples y, sobre todo, repetitivos. Mensajes que generen el odio suficiente para movilizar a esa gente en la dirección deseada.
Pero habiendo masas embrutecidas y atontadas la propaganda funciona igual de bien en democracia. Lo estamos viendo.
Nos dicen que Ratzinger era nazi, y nos lo creemos. Nos apetece tanto, que no hace falta averiguar cuándo nos están engañando burdamente.
Le atribuyen a Zaplana la frase "estoy en política para forrarme", y no me cabe duda de que probablemente sea así; pero resulta que si uno busca una fuente fidedigna, no aparece. En la transcripción más conocida de una conversación supuestamente mantenida por Zaplana y grabada durante la instrucción del Caso Naseiro, tanto si la transcripción es fidedigna como si no lo es, no aparece esa frase. Al parecer la dijo otro dirigente del PP. Zaplana en esa transcripción dice muchas cosas, pero no esa.
Yo no quiero que cualquier hoygan con tiempo libre haga una cutrez de presentación en Powerpoint y me convenza de que el agua del grifo da cáncer, o de que una cucharada de aceite por las mañanas cura todas las enfermedades conocidas. Y no quiero que la propaganda pensada para masas embrutecidas y atontadas funcione conmigo. Pero en este momento, como decía, vivo en un país pesimista y aturdido. Y eso nos sitúa muy cerca del embrutecimiento y el atontamiento.
Tanto Zaplana como Ratzinger me resultan profundamente despreciables, por sus palabras y sus actos. Pero si son tan despreciables -no me canso de decirlo- tienen que poder serlo a partir de verdades. Y para poder despreciar a Zapatero a gusto, quise buscar los indicios por mí mismo.
De las curvas del otro día, la de España es la de abajo. No sé si están bien, pero no maquillé los datos; los busqué, y me encontré eso. La forma general de las dos curvas tiene un parecido verdaderamente asombroso.
Eso sí; la escala de las dos es distinta. El punto más alto de la curva para Europa anda por el 10%-11%, y para España por el 23%. Es curioso ver cómo la tasa de EEUU y de Europa sigue una pauta, a su vez, muy similar; el paro en Europa (muy a grandes rasgos) viene siendo el doble que en EEUU. La forma general de las dos curvas en el tiempo también se parece más allá de Bush, Sarkozy, Clinton o Merkel (excepto en ese año 2009 en que la tasa de EEUU alcanza en términos absolutos a la europea, que no había pasado desde vaya usté a saber cuándo).
Uno de los rasgos principales de ser adulto es asumir las cosas que ocurren. No es que sea fácil, pero hay que intentarlo. Buscar culpables aunque no los haya, sin duda desahoga, pero si nos lo tomamos en serio, se convierte en un comportamiento infantil. Iberia, o nuestro médico, tienen la culpa de algunas cosas, pero de otras no. Cuando hubo nevadas en España, y eso produjo ciertos problemas de transporte, toda la culpa era de Magdalena Álvarez (qué fácil resultaba aborrecer a esta señora). Ahora hemos tenido parada toda Europa (empezando por ¡Heathrow!) por la nieve (y en sitios donde, a diferencia de España, nieva todos los años). El gobierno de Gran Bretaña esta vez es [más] de derechas. Y los alemanes... bueno, son tan alemanes como siempre. Hemos de suponer que... ¿Magdalena sigue haciendo de las suyas?
Nos sacude una oleada de paro, sí. Y buscar culpables para corregir el problema sería una actitud estupenda. Pero buscar culpables para desahogarnos es una actitud infantil. Vivimos en un sistema en el que, si hacemos caso a nuestra santa oposición, el Estado debe estar reducido al mínimo, y no influir en prácticamente ningún asunto económico. Pero ¿qué margen de maniobra real tiene un Estado para cambiar drásticamente la forma de esas curvas? Y si lo tiene, ¿por qué se parecen tanto, incluso entre continentes? ¿Son ineptos todos los mandatarios del mundo?
Es más; si vamos a la letra pequeña, el Zapa es un fenómeno, porque al final del mandato de Aznar el paro subía un poco, y la llegada de Zapatero volvió a torcer la curva hacia abajo, más aún. En su primera legislatura, Zapatero sería un genio. ¿Se volvió tonto de repente?
El gobierno hizo inversiones para mantener mínimamente la actividad de algunas empresas. Amplió el plazo de las cuentas vivienda, y reguló una moratoria en el pago de las hipotecas. Bonificó a las empresas que contratasen a parados con cargas familiares. Creó una ayuda de 420 € a los parados que ya no podían cobrar el paro; una ayuda que duraba 6 meses. Son meros balones de oxígeno, medidas paliativas. Llegados a un punto, retiró la ayuda (como estaba previsto, creo yo); entre otras cosas, se le pide austeridad, se le exige menos déficit, se le exigen recortes. Y retira una ayuda que no existía antes, y que mantuvo mientras fue posible. ¿Qué se le puede pedir a un gobierno en este sentido?
La crisis pasará, cuando tenga que pasar, como todas las anteriores. Para que España cambiase su economía de manera significativa, tendría que cambiar la mentalidad de los españoles en primer lugar. No se engañen, señores: NO tienen ustedes, y nunca han tenido, derecho a un trabajo. Su trabajo nunca ha sido una prioridad, y nunca lo será, y eso no va a cambiar ni con el despido libre, ni con los sabios consejos de Díaz Ferrán de trabajar más horas y cobrar menos (es más, si trabajamos más horas crearemos más paro). Analícenlo todo bajo esa luz.
Por cierto: es un verdadero drama, una tristeza, y da muchísima pena, la situación de esas personas que, si preguntas por la calle, te dicen que no tienen trabajo. Eso ahora ocurre con dos de cada diez en situación de trabajar.
Pero... resulta que cuando eran una de cada diez, ¿esas no nos daban pena? ¿No teníamos un problema? ¿No era desgarradora la historia de esa gente? ¿No vivíamos preocupados y desvelados, sino alegres y contentos y orgullosos de nuestro cojonudo país?
El próximo Mundial de fútbol la selección española probablemente quedará eliminada en cuartos, señores. Asúmanlo. Son cosas que pasan.
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