Juzgar a un gobernante (I)
Ahora mismo, vivo en un país pesimista y aturdido.
Pesimista, porque todo quisque piensa que todo va mal. Incluso aquellos a quienes les va bien. Y no exactamente por solidaridad con quienes lo pasan mal (gente que lo pasa mal es lo que sobra, en todo momento).
Aturdido porque, como dice el diccionario, procede sin reflexión. De todo eso que supone que va mal culpa, sin remedio, al gobierno. Sin más. Da igual si realmente va mal o no, y da igual si tiene la culpa o no.
Y eso es malo. Es malo porque nos impide culparle como merece cuando lo merece (y es a menudo). Es malo porque hace que dé igual hacer las cosas bien o mal. Es malo porque, en general, cuando no somos capaces de distinguir el bien del mal, ni de reconocer los aciertos y los errores, aupamos a la dirección al que menos haya hecho y al que menos se haya mojado; al más vago, al más incompetente, al más trepa, al más mentiroso. Lo he visto muchas veces, y no hablo de las elecciones generales.
Cuando empezó la crisis, cuando descubrimos el pastel, cuando los ciudadanos conocimos la supina incompetencia y estupidez de los supuestos expertos economistas a quienes habíamos confiado la dirección de nuestras vidas y nuestros salarios, y cuando conocimos la mala fe de aquellos que supuestamente estaban a nuestro servicio (y me refiero a los bancos), nos indignamos. Pero aquella claridad de ideas, aquella determinación, aquella firmeza y aquel propósito de no olvidar, se ha evaporado. Bueno, sobre eso ya escribí hace tiempo lo que tenía que escribir, y desde entonces no ha cambiado la tendencia. Estos últimos días no hemos estado preocupados por el Financial Times, sino que hemos vivido acoquinados esperando a conocer la opinión de un grupo de indeseables que se llaman Moody's. No, aunque por el nombre lo parezca, no es una casa de putas; es el negocio que han puesto sus hijos para forrarse, a costa de poner de rodillas a gobiernos democráticamente elegidos por millones de ciudadanos. En su momento, también Díaz Ferrán daba lecciones a los trabajadores, y seguro que en su día los jerifaltes de Lehman Brothers o de Enron decían a los ministros de economía qué debían hacer para mejorar sus respectivos países.
Siempre he sido un valedor de la existencia de una asignatura de educación para la ciudadanía, que nos cure de la necesidad de demagogia que tenemos. Sí, señor; siempre necesitamos un culpable, un culpable cómodo contra quien dirigir nuestro odio. Es fácil tener envidia de los controladores aéreos porque ganan pasta, y de los funcionarios porque tienen estabilidad laboral, y de los sindicalistas porque... porque sí. Reñir a Zapatero es fácil, y no votarle también. Y también es cómodo creerse las gilipolleces de esa oposición de Zapatero, esa en cuyo programa electoral para 2008 no había ni una sola mención a la posibilidad de una supuesta crisis económica (sí, me lo leí y lo comprobé). El otro día vi imágenes de unas inundaciones en el sur de España; la gente estaba montando una cacerolada en los balcones, y exigían a gritos una solución. Exigían. Estoy seguro de que culpaban a Zapatero, de que viniera agua y de que no la quitara alguien con una fregona. No conozco bien las circunstancias de la muerte de Enrique Morente, pero no me pilla de sorpresa que denuncien a los médicos. A lo mejor tienen razón, no lo sé.
Estoy muy harto de algunas de las cosas que ha hecho este gobierno, y me opongo firmemente a varias de las que pretende hacer (y dentro de un rato se vota la "ley Sinde", por cierto). Pero curiosamente las cosas que me encabronan son aquellas en las que estoy seguro de que la oposición (y en esto no hablo sólo de un partido) haría lo mismo, o más. De hecho, no estoy seguro de hasta qué punto son simples directrices de los que mandan de verdad, sin ningún margen de maniobra para nuestros gobiernos legítimos.
Hoy me ha dado por buscar números para formarme una opinión. Querido lector, te planteo un desafío. En este gráfico figuran dos curvas, una más bien negra y otra roja. Son curvas que muestran la evolución de la tasa de paro, desde 1994 hasta 2009. Están superpuestas de manera muy torpe y muy inexacta, pero la forma no está alterada; basándose en eso ¿cuál de ellas crees que es de España, y cuál de la eurozona? Si tenemos un pésimo gobernante, supongo que será fácil decidirse.
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