Texto en español Andrés Montes: descanse en paz

Pienso con cierta frecuencia en la muerte. Me parece un tema fascinante, y me parece que gobierna mucho, mucho de lo que hacemos. Somos de los pocos seres vivos que saben que esto tiene un final, y a la vez no soportamos la idea; y ese conflicto dirige lo que hacemos, mucho más allá de lo que estamos dispuestos a admitir.

Nuestra posición ante la muerte tiene efectos fascinantes. Por ejemplo, para un creyente los funerales deberían ser una verdadera fiesta; sólo el egoísmo de la pérdida tendría que hacer triste el que un ser querido pase a mejor vida, a la Eternidad. Sin embargo, los funerales católicos son negros, tristes, serios, circunspectos y graves.

Y otro efecto curioso de la muerte es que engrandece, muy a menudo, los méritos del muerto. De repente, el muerto es una excelente persona, que cometió algunos errores, claro, como humano que es, pero por lo demás hay para hacerle un monumento. Cómo me gustaría que esa comprensión y simpatía, si son justificadas, las tuviéramos con la gente antes de que se muriera. Y si no... no seamos hipócritas.

El sábado me encontré la tremenda sorpresa de la muerte de Andrés Montes. Una vez conocida la noticia, confieso que pensé inmediatamente que se habría suicidado. Siempre me ha parecido un tipo con algunas rarezas preocupantes de carácter; algún cabreo inexplicable que le he visto en televisión (con Antonio Martín, creo recordar), o cómo cuando alguno de sus compañeros sacaba un tema que no había sido idea suya, en vez de seguirle la corriente él cambiaba de rollo con un desprecio total, como si no hubiera oído nada. Esa autopsia sin resultado conocido y un tanto secretista me hace seguir temiendo eso, que la suya haya sido una muerte triste.

Lamento su muerte, y el dolor de su familia, y lamento que quizás haya tenido una vida difícil, por lo que he podido leer estos días. Pero releyendo cómo lo puse a caldo hace un tiempo, tengo que admitir que lo que escribí es básicamente lo que pensaba y lo que pienso. Creo que ha muerto una persona valiosa como todas lo son, pero no se ha muerto un gran profesional; se ha muerto alguien que, al menos en el puesto que ocupaba, era un profesional pésimo. Su muerte no ha hecho que se transforme en nada, ni mejor ni peor de lo que era. Para mí resume muchos de los males del periodismo actual, sin oficio, sin contenidos, sin información, vacío, pura extravagancia y pura llamada de atención sin nada detrás. Me parece revelador este breve comentario de un conocido suyo sobre su programa en Radio Marca:

Miguel Martín Talavera, que era su socio, decía ayer, al poco de saber la noticia: "Era un caos perfecto. A 20 segundos para empezar el programa, podía no haber hecho nada, sin embargo, conseguía llenar todo".


Que un profesional no haya hecho nada a 20 segundos de empezar el programa no habla a su favor; es una falta de respeto al público y a sus compañeros. Que consiga rellenar todo tampoco es un mérito, porque ya he visto cómo lo rellena. Y esto me encaja con su forma de trabajar en televisión: después de años y años de hablar de baloncesto, no vi que hubiera aprendido absolutamente nada sobre el juego, ni siquiera lo más básico. Creo que era básicamente un bon vivant, que se había montado un rollo que le funcionaba. Pero mi admiración es para otro tipo de gente, sin duda.

Así que lo lamento mucho, muchísimo, por quienes se quedan y sufren su pérdida en el plano personal. En su profesión, desde luego, no le echaré de menos. Descanse en paz.

3 comentarios:

Niña hechicera dijo...

Hace un par de posts tuyos y uno mío en los que creo que te doy la razón tanto al tema del premio póstumo como al del negocio del miedo del que se ceba la religión,o mejor dicho,el paripé que se teje alrededor.

Y como no veo la tele,no me gusta el baloncesto y nun sé quién yera...pues eso,que amén.

Recuerda lo de la fiesta ;)..

Felipe dijo...

Lo tuyo con Montes roza ya la obsesión ;)

Yo lo voy a echar de menos en el basket, a mi me lo hacia pasar bien en los partidos; quizás sea muy poco exigente o quizás estemos discutiendo sobre gustos, sobre los cuales dicen que no hay nada escrito y no seré yo el que me atreva a empezar a hacerlo.

En cuanto al tema de la profesionalidad creo que eres un poco duro; no era un periodista al uso, pero si creo que se tomaba su trabajo en serio.

No creo que fuese ningún genio, ni siquiera un gran periodista (tampoco nunca se las ha dado de ello)...pero si creo que hacía bien su trabajo junto con sus compañeros de retransmisión y conseguian un equilibrio entre diversión e información que hacían amenos los partidos menos interesantes desde un punto de vista deportivo.

Jose Angel de la Casa, si tiene 'pinta' de ser un periodista profesional y seguro que llega a los partidos 20 horas antes de que empiecen pero su capacidad para aburrir a las piedras en una retransmisión deportiva supera a todo lo posible.

Por otro lado esta el tema que se ha dado estos días por muchos medios respecto a la macabra suposición del suicidio que se basa principalmente en la ausencia de información y la de ser un tipo particular. Nunca me ha parecido justo el periodismo que se basa en la máxima "del que calla otorga" teniendo en cuenta la desventaja que tiene estar muerto para poder defenderse.

Guti dijo...

Bueno, Felipe, es cierto que el tipo me ponía enfermo :-) pero la noticia, aparte de mis filias y mis fobias, ha tenido cierta repercusión. Esta vez tengo excusa.

Claro, acepto que hay una cosa que es cuestión de gustos. Parto de la base de que cuando veo un partido estoy viendo un partido, y los protagonistas son los deportistas. Los espectáculos de varietés son otra cosa.

Un partido se puede ver (se ve) sin nadie que hable; los partidos, en realidad, se ven con sonido ambiente. ¿Por qué hay gente hablando durante los mismos en televisión? Pues entiendo que por televisión no se ve lo mismo que estando allí, y el que habla aporta información adicional. O bien te ayuda a ver el partido, o a entenderlo, o te señala cosas de las que él puede enterarse y tú no... etc. Y de paso, sí, puede traslucir algo de su carácter, *mientras hace eso otro*.

Montes, en esto, era absolutamente impresentable. No era un periodista ni un locutor. Y por otra parte hacía lo mismo con un partido "aburrido" (¿?) que con una final de la Euroliga entre dos equipos españoles; le daba igual. Era su show.

Si un partido me aburre de verdad, es verdad que De la Casa no va a arreglarlo, pero Montes tampoco; lo mejor que hago es ponerme a ver otra cosa (la oferta es amplia).

Y De la Casa sería aburrido, pero precisamente: podías no hacerle caso, no molestaba.

Todo se basa en las premisas de mi tercer párrafo. Si para ti el deporte en sí mismo no es lo más importante, casi lo único, de una retransmisión deportiva (y no lo digo como crítica: eso es lo que es cuestión de gustos) entiendo que Montes te pueda entretener. Para mí el deporte es el centro con mucha diferencia. Si me distraen de él, o lo desprecian, me están jodiendo (con perdón) el partido.