Controles antidopaje
Si es cierto lo que publica El Mundo, a Rafael Nadal no le gustan nada los controles antidopaje.
Se queja amargamente de cómo los controladores antidopistas asaltan indiscriminadamente a los deportistas, sin ningún respeto, en el peor momento, en su casa, o casi sin haber salido de un partido que acaban de perder, y les sacan sangre o les toman muestras, persiguiéndolos además por encima de su intimidad a fin de que no falsifiquen las muestras. Dice Nadal que está harto de que los traten como a delincuentes, y que ya puestos hagan control antidopaje a los políticos.
Personalmente, desprecio (es más, intento despreciar) el deporte profesional. Creo que se asienta sobre una base errónea, mercantil y ficticia. No tiene mayor importancia que un ser humano pueda hacer 100 metros lisos en una centésima de segundo menos que otro. Y como historia de superación, tampoco es la mejor. Es sólo la historia de un raro privilegio.
Pero si se acepta que eso tiene importancia, el dopaje no es más que la consecuencia lógica ineludible. Las medidas antidopaje siempre serán arbitrarias. Moralmente, el dopaje sólo resulta repulsivo en el sentido de que da ventaja a los atletas dopados sobre los que no se dopan; es una inmoralidad relativa, pero en términos absolutos, no es más que una práctica previsible (y diría que inevitable) en el deporte profesional de alto nivel bajo un enfoque empresarial. Inmoral es que una niña de catorce años esté compitiendo en un campeonato del mundo de gimnasia rítmica; que le inyecten sangre o cualquier otra porquería es sólo mierda sobre mierda, no altera lo importante.
Sin embargo, tampoco puedo estar de acuerdo con Nadal. Todas sus quejas me suenan a plañidera. Los inconvenientes que afronta son excepcionales, pero su carrera entera, su forma de vida, es excepcional, y los privilegios de los que disfruta también. Se echa las manos a la cabeza porque han venido a buscarle a las nueve de la mañana a su casa para pincharle. Me gustaría ver con qué mano le suelta el primer guantazo, al oír esa queja, un transportista al que no es raro que vengan a buscar a las cinco de la mañana (a su casa, también, no menos importante ni inviolable que la de Nadal) para que haga un turno imprevisto cuando aún no ha descansado del viaje anterior.
Que le controlen cuando mea en el bote me parece de cajón. Nadalito, se trata de garantizar que el que mea eres tú... ¿Qué quieres que hagan?
[...] no veo que los políticos pasen controles antidopaje ni nada de todo eso. ¿Y por qué los deportistas sí?
Pues... no sé... ¿quizás porque los deportistas, a efectos competitivos, son ni más ni menos que sus marcas físicas, y estas pueden falsearse con dopaje?
Porque a lo mejor tendrías que preguntarte también por qué a un político lo pueden juzgar en los tribunales y también en una comisión de investigación del Congreso si hay sospechas de que ha hecho algo indebido, mientras que a ti es difícil que te investigue el Congreso. ¿Quizás porque un deportista no afronta responsabilidades políticas, y un político sí?
Cuando uno está cabreado no piensa bien, está claro.
Por cierto, me ha hecho gracia esto que dice Sebastián Fest en el artículo:
[...] el programa satírico italiano 'Le Hiene', que hace unas semanas realizó controles involuntarios a unos 50 parlamentarios italianos
Lo de ese programa es como para que lo vea el doctor House. ¡Realizan controles antidroga sin querer!
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