La gracia de un billete de 500 €
Vamos a ser originales.
Dicen que Hacienda ha abierto una investigación por el elevado número de billetes de 500 € en circulación. Dicen también que hay más del doble de billetes de 500 € que de 5 €.
Siendo originales, como digo, podríamos empezar a inventar chistes sobre el hecho curioso de que haya el doble de billetes de 500, si yo no he visto ni uno y todos los que veo son de 5 y gracias. Chistes de hacerse el pobre, vamos. Del estilo de aquel de "Mamá, que ya viene el camión de la basura / Hijo, dile que nos deje dos bolsas".
Lo que pasa es que carezco totalmente del gracejo necesario para elaborar dichos chistes, y también de la más mínima gana de tener gracejo. Cuando uno se sabe ya el final del chiste, no resulta nada gracioso ingeniar un desarrollo, e intelectualmente no resulta un desafío, sino que se parece más a un engaño, a una trampa para el que vaya a oírlo. Por eso, por definición, a la gente que inventa chistes no puede resultarles gracioso lo que hacen, igual que el mago que depura un truco sería estúpido si se hiciera el sorprendido. Eso queda sólo para el público, que ve las cosas en el orden adecuado: primero el desarrollo y luego la conclusión.
Así que la gente que inventa chistes sólo puede hacerlo como el que se pone gomina en el pelo o se pone desodorante: se prepara para aparentar delante de otros. Estoy seguro de que Robinson Crusoe no inventó ni un solo chiste mientras estuvo solo en la isla. Cuando llegó Viernes, ahí sí; empezó poniéndole un nombre cachondo, después seguro que jugó a aquello de insultar al que no entiende el idioma, y luego se permitiría chistes sobre negros. Vamos, todas esas cosas que resultan graciosas a un blanco. ¡Y eso que Viernes no entendía los chistes! Si los llega a entender, lo amarga vivo.
Yo, sin embargo, no tengo ninguna intención de resultar chistoso. Así que no invento chistes. Ni siquiera cuento chistes: sólo los expongo. Yo no discurro cosas para que los demás me rían la gracia. Eso es patético. Yo soy autosuficiente, no busco la aceptación ajena.
Por cierto, espero que este blog no te resulte gracioso. No era mi intención. Ni siquiera que me leyeras. De verdad de la buena.
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