Enternecedor
Hoy he visto una escena que me ha parecido curiosa. Refleja esas cosas importantes que constantemente pasan a nuestro alrededor, sin que nos demos cuenta, en niveles fuera de nuestra percepción (más o menos como ocurre en Toy Story). En este caso, el nivel oculto está a poco más de medio metro del suelo.
Fue al cruzar una de las calles principales, en uno de esos semáforos para peatones velocistas en los que sólo los más preparados físicamente consiguen llegar a la otra acera con la luz aún en verde (y con la inestimable ayuda de los conductores que meten siempre medio coche, o el coche entero, en el paso de peatones, y de las vallas que nos impiden sortear esos coches como no sea comprimiéndonos unos contra otros). En la vorágine de peatones apresurados que llegaban sanos y salvos a la acera, iba una mujer con un niño pequeño sentado en su carrito.
El paso de cebra (¡cómo me gusta ese nombre!) llega directo al escaparate de una tienda de esas que no se sabe muy bien de qué son... (¿de regalos?) Y el niño empezó a dar grititos de excitación, destacando poderosamente por encima del ruido del tráfico y de la gente (por eso me volví a mirarlo), señalando con las dos manos un peluche del escaparate, colgado bastante bajo, o sea, justo a su altura. Supongo que ya lo tiene fichado y siempre que pasa por ahí quiere acercarse a mirarlo con ojos como platos.
Así que la mujer que lo llevaba cumplió su parte, y paró el carrito delante del escaparate, donde el niño pudo casi pegarse al cristal y quedarse mirando con arrobo a su jirafa favorita, seguro que deseando estrecharla en un fuerte abrazo. Era un peluche de esos que se pegan en la luneta trasera del coche (bueno, algunas personas realmente lo hacen) , sujeto a la luna con su ventosa.
La jirafa, mirando al niño sin pestañear, sostenía con sus pezuñas, delante de su barriga, un cartel que ponía:
Estás demasiado cerca, CABRÓN.
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