Sostres y San Sebastián
Va por 187 de 979. El programa. Y como lo hice yo, sé que después de terminar los 979 empieza una segunda pasada igual, de 979. O sea, que va a tardar un huevo. Y tengo que esperar a que acabe, a ser posible sin usar otros programas que interfieran.
Vamos, que ahora mismo, y durante unos minutos, no tengo nada mejor que hacer que hablar de Salvador Sostres y su desempeño laboral.
No conozco apenas a este tipo, y tengo la suerte de no haber empleado mucho tiempo leyendo lo que escribe. Por lo poco que he visto, me da la impresión de que es simplemente uno de tantos que intentan escandalizar, llamar la atención como sea. Como en la historia ha habido gente de talento que resultaba molesta, o histriónica, o maleducada, creen que siendo molestos o histriónicos o maleducados valdrán algo. Se les olvida el detalle del talento, claro. Suelen intentar llamar la atención diciendo tonterías, ofendiendo... Y claro, a la vista del innegable éxito que en ese empeño tuvo su compañero Fernando Sánchez Dragó, tuvo que subirse al carro.
El caso es que estuvo describiendo, con todo lujo de detalles, sus lúbricas inclinaciones hacia las jovencitas. En presencia de otros compañeros de trabajo, en una televisión pública, ante las cámaras (que suponía apagadas). Ah, y se me olvidaba, ante un grupo de niños.
Sus palabras no las voy a repetir, ni siquiera juzgar; y esto no va de corrección política, no es eso. Simplemente, me interesa lo que hay alrededor de esas palabras, en relación con esos viejos conceptos del bien y el mal. No es cuestión de corrección política; es cuestión de elegancia, y también de ética.
Creo que Sostres no sólo es un tipo que intenta ganarse la vida molestando o diciendo sandeces llamativas. Me da la impresión de que es, además, alguien que necesita alardear de descaro sexual, especialmente crudo si es posible, ante sus amigotes. Lo que viene siendo un perdedor y un reprimido, las dos cosas (sin la combinación de las dos no se comportaría así). Es cosa suya, pero resulta muy poco elegante.
Alrededor de esa intervención hay, además de esos tristes rasgos de carácter, un grupo de... periodistas, habitualmente muy rectos y dignos ellos (todos recordamos a Isabel San Sebastián abandonando un plató toda ofendida, o conocemos a Alfonso Ussía haciendo su sempiterno papel de lord inglés).
Curiosamente, no pusieron a raya a su rijoso y grimoso compañero, sino que le rieron la gracia. Resulta curioso, toda vez que esa televisión y esos periodistas critican con frecuencia a voz en grito que (dicen ellos) la educación en España pretende básicamente pervertir a los niños.
Otra cosa que hay es cobardía, jeta y mentira. Es un jeta porque en declaraciones posteriores se hace el ofendido diciendo que era una conversación privada; lo cual es muy relativo, teniendo en cuenta cuánta gente hay en un plató de televisión, y la forma en que hablaba. Eso era cualquier cosa menos una conversación privada. Confunde "conversación privada" con "conversación que no esperaba que se emitiera".
Es un cobarde porque dice que no sabía que había niños, pero es una excusa patética, porque se ve perfectamente cómo se lo dicen y continúa con sus tontadas, y no sólo eso, sino que de hecho se dirige específicamente a ellos. Es, por lo mismo, no sólo un cobarde, sino un cobarde mentiroso.
Hay también, en su gloriosa intervención, soberbia y prepotencia. Porque se cree con el derecho de despreciar a, y reírse de, unos niños -unas niñas, más bien, aunque vaya usted a saber- por el hecho de ser niños y de Rabat. Un adulto cachondeándose de unos niños, y además a cuenta del sexo. Ejemplar, sin duda.
No se me escapa también un detalle; en el propio diálogo se alude al estado civil del sujeto. Casado. Un tipo casado, hablando de esta manera en un entorno como ese... Me pregunto cuál es su concepto de la lealtad o del respeto. A mí me ha encantado con qué delicadeza, de soslayo, diciendo sin decir, Sostres nos informa de que su mujer huele a ácido úrico. Supongo que su mujer está encantada, también. Quizás este sea ese modelo de familia tan interesante, que Zapatero está destruyendo pero Telemadrid lucha por conservar.
Yendo a lo que les toca a los demás, y ya de pasada, me parece muy significativo cómo eligen en ese programa, sobre la marcha, el tema sobre el que van a hablar: ¿sobre qué queréis hablar, sobre X o sobre Y? Huelga decir que para comentar algo con inteligencia y responsabilidad no necesitan preparación, ni información previa. Ellos saben de todo; pueden improvisar tranquilamente. Y ahí los tendrás, juzgando en una televisión pública si una operación diplomática de un ministro de asuntos exteriores estuvo o no bien realizada, por decir algo. Bueno, eso o lo de Victoria's Secret, lo que apetezca en el momento. Viva el periodismo.
Telemadrid, cómo no, reacciona como acostumbra; haciendo hincapié en la difusión de las imágenes. A alguien se le va a caer el pelo, vienen a decir. Tan patético como la pobre defensa de Sostres.
E Isabel San Sebastián ha dicho que... pasa, pasa, que hay problemas más importantes en este país. Pero claro, compañera: tú no diriges el país, diriges ese programa. (Es lo que pasa, que a veces a esta gente se le olvida y creen que sí dirigen el país.)
En fin, ha sido todo muy instructivo.
Esto ya va por el 179 de la segunda pasada. Paciencia. (Y crucemos los dedos para que no se rompa antes de terminar.)
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