Crossroads es muchas cosas. Para empezar una peli de guitarreo en la que al parecer sacan a Steve Steve Vai, que mantiene un duelo guitarrero con el prota, aunque en realidad Vai tocó las dos partes del duelo. No la he visto, pero quizás sea una peli pasable, no sólo porque Ry Cooder también toca, sino porque Ralph Macchio, el prota, tiene que haber hecho un esfuerzo interpretativo fuera de lo normal. Aparte de que es evidente que se ha currado el movimiento de las manos para que sea creíble que toca él (la cara es otra cosa), hay que tenerlos cuadraos para hacer como que tocas la guitarra (cosa que ya es bastante humillante) derrotando en duelo al tío que tienes delante, cuando resulta que lo que estás tocando lo grabó él.
Hay otro mogollón de pelis tituladas Crossroads; por ejemplo una en la que la prota es Britney Spears. Tampoco la he visto, y la ponen como un pestiño, pero yo creo que no debe de ser tan mala, porque tengo entendido que Spears no intenta cantar en ella. Vale, sí intenta actuar, pero una película en la que una vez que sale Britney Spears no canta tiene que dejar a uno tan buen sabor de boca como una en la que toca Ry Cooder. Además, ganó varios premios: dos de la MTV, uno de ellos a la actuación de Britney, y otros dos anti-oscars, uno de ellos a la actuación de Britney, además de nominaciones varias. Bueno, supongo que es una película que no te deja indiferente, cualquiera que sea tu capacidad craneal.
Crossroads también es el título de un notabilísimo disco de Tracy Chapman, aunque desde luego no es el mejor.
Hay otros mil discos Crossroads (y, evidentemente, la canción de Robert Johnson), y un festival con ese nombre, que por cierto organizó Eric Clapton, que por cierto lo hizo para recaudar fondos para el centro de desintoxicación del mismo nombre que por cierto fundó él mismo (ay, cocaine, cocaine) en una isla del Caribe (normal, a ver quién coño necesita drogas para escapar de la realidad cuando la realidad es una isla del Caribe). Recientemente se hospedó en ese centro Britney Spears, sólo durante un día, lo cual al parecer no le sirvió para desengancharse de sus cosas pero sí me sirve a mí para cerrar este círculo de inigualable erudición y demostrar hasta qué punto el mundo es un refrito obra de un guionista revenido y sin ideas.
El Crossroads que motiva este artículo es un disco recopilatorio de Eric Clapton (quizás el guitarrista más recopilador de la historia). Yo iba a jugar un partido (sí, también se emplea esa expresión cuando chupas banquillo) en autobús, y lo recuerdo como si fuera hoy (aunque no me acuerdo con seguridad de dónde era el partido, pero quizás en Salamanca, el viaje más largo que había hecho en mi vida). El autobús era de dos pisos, y tuve la suerte de pillar sitio arriba, encima del conductor. No era estar encima del conductor lo que me hacía ilusión, sino tener delante un parabrisas para mí solo, y ver el paisaje de Castilla (no, no es ironía; bueno, esto sí). Y en mi comecocos escuchaba dos cintas de 90 en las que estaba el Crossroads. Tuve mucho tiempo para ello.
Y lo cierto es que me impactó bastante Eric Clapton. Disfruté mucho de aquel viaje musical. (De la paliza que nos cayó después, de aquella rueda de calentamiento en la que todos los jugadores del equipo contrario hacían mates, no disfruté demasiado, pero en el partido de vuelta casi, casi, nos los cepillamos, vieron la muerte de cerca, estaban mucho más fondones pero, no sé cómo, se las habían arreglado para conservar la misma estatura.)
Bueno, a lo que iba. Que me pareció parcialmente justificada esa leyenda alrededor de Eric Clapton. Pero ahora, muchas horas de música después, aunque sigo queriendo a este hombre, me despierta sentimientos contradictorios.
Primero, porque lo mejor de Crossroads es lo que grabó con Cream en primer lugar (que es, por cierto, menos bluesero y más hippie), y en segundo lugar, con Derek and the Dominoes. Y mejor aún cuando no canta él (como en la gran White room, que creo que canta Jack Bruce y le pega mil vueltas a la mayoría de los gorgoritos de Clapton).
Segundo, porque en su carrera en solitario alterna con singular insistencia discos agradables como Slowhand o Reptile o Unplugged con otros que me parecen un fracaso total. Por cierto, me toca las narices que la gente llame Unplugged a discos que se han grabado con más electricidad que la que se consume en la Feria de Abril. Mira, Eric, si quieres fardar de unplugged intenta explicárselo a este tipejo, del que tendré que hablar algún día (y eso que en ese vídeo está muy tranquilito, que si se pone en plan te come vivo).
Tercero, porque aunque Clapton me parece un músico respetable, me sonroja bastante cuando se tira (no sé si él o su discográfica) el rollo bluesman. Aquel anuncio en el que salía llorando un bluesman negro... daba vergüenza ajena. He visto figuras de Lladró con más sangre que Eric Clapton para cantar blues (y no, no es cuestión de razas, sino de que cada individuo tiene sus limitaciones, yo qué sé).
Bueno, no sé. Guardo mis vinilos de Slowhand y Layla and other assorted love songs como oro en paño, me encantan algunas canciones de From the cradle, pero lo cierto es que muchos de los discos de Clapton han envejecido mal. Aparte de que como guitarrista... es bueno, pero no tan bueno como pensaban aquellos de la pintada.
Hala, ya lo he dicho.