Texto en español La valentía

Al parecer, Benito 16 ha dicho una serie de cosas sobre la pederastia.

Ha dicho que

Jesús nos conduce hacia lo que es grande, puro. Nos lleva hacia el aire salubre de las alturas, hacia la valentía que no nos deja amedrentarnos de las murmuraciones


Nunca se deja de aprender de un tipo como Benito 16. Yo creía que la valentía era lo que hacía falta para defender al débil e indefenso, asumir las propias faltas, pedir perdón y cosas así. Es decir, lo que se necesitaba hace treinta o cuarenta años para dar la cara y denunciar o procesar al cura que, no contento con aterrorizarlos y adoctrinarlos con mentiras, abusaba sexualmente de niños indefensos. Por encima de escándalos, de apariencias, de hipocresías, la justicia. Creí que ser valiente era eso.

Pero no. Ser valiente es no hacer ni caso de las... "murmuraciones" (murmuraciones es como llama él a acusaciones con pruebas, con delincuentes confesos y víctimas afortunadamente vivas).

También dijo esto:

el hombre puede elegir seguir a Jesús o hundirse en la ciénaga de la mentira y de la indecencia


Tú lo has dicho, no yo.

Texto en español Atún tun tún

Estoy leyendo Bailén, de Pérez Galdós. Se escribió en el último cuarto del siglo XIX.

Y en el capítulo XII dice esto:

En Córdoba reinaba gran impaciencia por la tardanza del ejército de Castaños. Entonces, como ahora y como siempre, los profanos en el arte de la guerra arreglaban fácilmente las cuestiones más arduas, charlando en cafés y en tertulias, y para ellos era muy fácil, como lo es hoy, organizar ejércitos, ganar batallas, sitiar plazas y coger prisionero a medio mundo. A los profanos se unían los bullangueros y voceadores que entonces ¡santo Dios!, pululaban tanto como en nuestros felices días, y entre aquéllos y éstos y el torpe vulgo, armaban tal algazara, que no sé cómo las Juntas y los generales podían resistirla.


Vaya usted a saber por qué, me acordé del Alakrana.

Testu n"asturiano Menuda diversión

El otru día, pela zona d'Onís, vi un negociu de paseos en quad. Pero teníen puesta esta pegatina.

Ente los católicos nun va ganar munchos clientes, porque dalgunos van decir: "Vaya mierda de deporte d'aventura, menuda diversión... Pa eso nun gasto les perres."

Que son mui aficionáos a los derrapes, digo.

Texto en español Por qué la religión nos infantiliza

El otro día peroraba yo sobre ser adulto, sobre lo que diferencia a los adultos de los niños, y me parecía que era asumir la realidad, afrontar nuestros propios asuntos.

Y me parece que la religión es infantil, o que nos infantiliza, o que se aprovecha del infantilismo que ya tenemos, como se quiera decir. Nos hace dar la espalda a la realidad, y de dos formas distintas.

En nuestra vida pasan cosas, y sobre algunas no tenemos absolutamente ningún control. Pero la religión nos ofrece ilusión de control sobre las cosas que nos superan. No estás indefenso, no estás solo; la Tierra es el centro del Universo, tú eres el centro del Universo, la Creación se hizo para ti, el que la controla te escucha, las cosas pasan por una razón, no te preocupes que el asuntillo de después de tu muerte ya lo tenemos arreglado. No es que lo controles directamente, pero casi.

Sobre algunos aspectos de nuestra propia vida sí somos nuestros dueños, sí nos corresponde tomar decisiones en esas cosas pequeñas. Tenemos (con las infinitas salvedades aplicables) cierto control sobre nuestro sexo, sobre nuestras costumbres, sobre si comemos carne cierto viernes o no, engendramos hijos o no, seguimos o no con una relación sentimental o con una convivencia, si interrumpimos un embarazo, si leemos un libro, si nos perdonamos a nosotros mismos nuestros errores. Sobre si queremos que nuestra vida termine ya. Todas las cosas anteriores pueden hacerse de forma correcta o incorrecta, pero hacerlas o no, y cómo hacerlas, es nuestra decisión.

Pero entonces llega la religión, y nos dice que no.

No podemos afrontar nosotros mismos ninguno de esos asuntos, a nuestra manera. No somos dueños de nuestros viernes, de nuestros gametos, de nuestros cuerpos, de nuestras lecturas, de nuestro perdón, de nuestro propio final. No tenemos derecho a decidir nada de eso; hay que consultar, hay que actuar a través de terceros. No somos autónomos, somos niños, y dependemos de nuestros padres. De hecho, ahora que lo pienso, así se autodenominan: padres, y nos llaman hijos.

Así que la religión nos ofrece ilusión de control sobre las cosas que en realidad no podemos controlar, y somos los reyes de la Creación; pero a la vez nos niega el control sobre las cosas pequeñas que sí podemos controlar, y somos ovejas a las que pastorean. Todo eso que es incompatible con afrontar la realidad como adultos.

Y no digo que no haya que ser un poco (¡o un mucho!) niño. Pero negar la realidad no es la mejor cualidad de los niños.

Texto en español Lo que contamina un coche eléctrico

Otro enlace.

http://blogs.elpais.com/eco-lab/2010/03/lo-que-contamina-un-coche-electrico.html

Texto en español La España negra y la tauromaquia

Hay un montón de gente que escribe infinitamente mejor que uno, y le da el trabajo hecho.

Así que pongo el enlace:

La España negra y la tauromaquia - Jesús Mosterín

y digo "pues eso, lo que yo digo".

Texto en español Éxito profesional

¿Qué es el éxito profesional?

¿Mucha pasta?

¿Mucha pasta y poco trabajo?

¿Muchos subordinados?

¿Trabajar en Madrid?

¿Trabajar en un edificio de cristal?

¿Un nombre rimbombante, como "Consultor super-senior gerente de grandes cuentas y olé"?

¿Un trabajo en el que, a cuenta de tu empleador, comas en restaurantes caros con gente influyente o con promesas del empresariado, y se hable de asuntos importantísimos o de vinos o de puros o de veleros?

No.

Éxito profesional es que llegues y te encuentres con que algún compañero cachondo, espontánea y anónimamente, ha pegado esto en la puerta de tu despacho.

Si ocurre cualquiera de las cosas anteriores, no significa necesariamente nada. Si ocurre esta significa que, de todas las cosas que estés haciendo, alguna haces medio bien.

Bueno, puede parecer soberbia, pero es que es como si me hubieran ascendido, y tenía que decirlo. Es mi blog, qué le voy a hacer.

Texto en español Ser adulto

¿Qué es ser adulto?

Me parece que en gran medida es afrontar la realidad y asumirla.

Creo que estar vivo es jugar un juego. Es como si uno despertara en medio de un estadio de béisbol, o de rugby, o de cualquier otro deporte que no entienda. Uno no sabe por qué está ahí, ni quién lo ha metido en el lío ni para qué, pero no le queda más remedio que integrarse en esa batalla, intentar desentrañar las reglas suficientes para que no le echen la bronca. Y correr. Correr mucho. La coreografía de un juego siempre es ridícula si uno lo piensa; por eso no hay que darle muchas vueltas. Pero muchas veces no somos capaces de abstraernos, y necesitamos engaños para huir de la situación.

Cuando no soportamos desconocer por qué estamos ahí jugando, nos inventamos la religión y actuamos como si quien nos puso ahí fuese conocido. Y eso nos tranquiliza, como a un niño su amigo imaginario. Cuando no soportamos la idea de que somos unos pésimos novatos, que están aprendiendo a duras penas qué hay que hacer con ese absurdo balón oblongo, nos volvemos falsos, hipócritas, mentirosos. Hacemos como si supiéramos, o peor aún, nos apresuramos a señalar y regañar a otros jugadores, para desviar la atención de nuestros propios patinazos. Esto también saben hacerlo los niños.

Quizás la cuestión más importante sea el final del partido; no sabemos cuándo terminará ni qué va a pasar después (aunque, en vista de que no tenemos recuerdos anteriores al juego, hay como poco una hipótesis obvia). Eso del final sí que nos aterroriza, y nos inventamos también la religión (que sirve para eludir todo tipo de cuestiones), o buscamos llamar la atención y dejar huella, o intentamos ganar mucha pasta, o tenemos hijos, o nos inyectamos bótox. Este infantilismo es más de mayores, porque los niños suelen creer que la muerte está muy lejos.

Mucha gente teme que, si no hubiese nada después del partido, tampoco habría razón para respetar a nuestros compañeros de juego, y empezaríamos a romper piernas y morder orejas. O quizás no habría razón para jugar, y nos sentaríamos en un rincón sin hacer nada. Como si no mereciera la pena empezar las vacaciones por el hecho de saber que van a terminar. Como si el juego, aun absurdo, no fuese algo grande. Hablamos a los niños de los reyes magos (y hasta los telediarios tienen mucho cuidado de respetar la pantomina) como si unos tipejos que se teletransportan fueran algo más maravilloso y más valioso que tener unos padres que te hacen un regalo. Como si la realidad, dolorosa, injusta, compleja, incontrolable, no fuera un espectáculo fascinante. Como si una mujer no pudiera ser hermosa sin una careta de silicona y tres kilos de maquillaje en las tetas, o al revés, que para el caso da lo mismo.

Creo que ser adulto es darse cuenta de que somos poca cosa, de que no tenemos ni puta idea de qué hacemos aquí ni para qué sirve una persona, de que no sabemos cómo se vive, de que sólo nos conceden un intento, de que no saber algo no es una tragedia sino algo natural, de que pasan cosas que no sabemos interpretar pero pasan, y de que vamos a morir. Darse cuenta de todo esto, y asumirlo, y estar en paz con la idea. Ser adulto es tener el sentido del humor que hace falta para verse de repente en pantalones cortos en un partido del Mundial, rodeado de los all blacks, y sin entender nada, seguirles el rollo con todo el estilo que da la torpeza. Agarrarse a sus piernas, intentar quitarles el balón, y jugar al rugby, pésimamente, pero al rugby (y eso implica juego duro pero, ante todo, limpio).

Y ser adulto implica, también, darse cuenta de que estar vivo en esas condiciones no implica ser indolente, ni malo, ni depresivo, ni nihilista. Implica simplemente... jugar con toda el alma. No hace falta más. Asúmelo: estás en un sitio absurdo, con reglas incomprensibles. Es lo que hay.

Es difícil entender el rugby, y muy difícil jugarlo bien, y no hay ninguna garantía de conseguir ninguna de las dos cosas. Pero estar todo el rato pensando en después del partido, o en el público que te mira, o en todas esas cosas (como las apariencias) que no tienen mucho que ver con el rugby sí que es una garantía de que vas a hacerlo rematadamente mal. Pitar el final es trabajo del árbitro; que se joda y que sea él quien ande pendiente del reloj. No es asunto tuyo.

No sé exactamente qué es un moll ni qué coño hace un talonador. Pero tengo un consejo: corre hacia adelante y pásala hacia atrás. De eso saldrán errores, pero también alguna buena jugada. Seguro.

Yo lo intento. No es que lo consiga, pero intentarlo es todo lo que podemos hacer. Porque somos poca cosa, y vamos a morir.

Al menos, que sea con la satisfacción de haber tirado al suelo a alguno de esos maoríes cabrones.

Testu n"asturiano Homeopatía nel colexu veterinarios

El otru día vi un anunciu nel periódicu, nel que se decía que diba impartise un cursu d'homeopatía nel colexu veterinarios d'Asturies. Y na páxina web del colexu vi que yera verdá.

El cursu impartiólu una tal Coral Mateo. Que diz coses como les que se dicen equí.

Ye mui típico de la seudociencia. Ponen exemplos de grandes descubridores a los que daquién ridiculizó, pero nun falen de los milenta engañabobos y zoquetes a los que se ridiculizó con razón. Vístense de "ciencia", y dicen que hai universidáes que dan títulos de homeopatía (cosa que nun entiendo), pero al tiempu, desprecien la ciencia diciendo que, como nun pue desplicalo too, ellos tienen razón coles sos muxirangues. Esta muyer permítese falar de la materia escura, o de la gravitación, o de les supercuerdes, cuando el so métodu científicu ye... bueno, el que ye.

Ye revelaor cómo afronta Coral Mateo el cáncer: los tumores hai que dexalos crecer, porque son una rempuesta del organismu pa encerrar les sustancies tóxiques. Nun lo digo yo, dizlo ella equí.

Me dexa preocupáu que un colexu profesional promueva la actividá d'esta xente. Porque lluéu usen esos renuncios pa xustificar que son respetables.

Testu n"asturiano Voces de ultratumba

En casa tola vida conocí un álbum de discos de 78 RPM. Discos de baquelita, d'esos que la xente llama "de pizarra".

Se pue garrar un tocadiscos, un amplificaor y un PC. Se pue dixitalizar el discu a 45 RPM, y lluéu aceleralu con software (Audacity mesmo tien la opción).

Y ún de los discos que tengo yo ye esti. Nun sé cuándo se grabó nin cuándo se compró, porque nun tien fecha dala.

Y güey podemos sentir cómo cantaba esta muyer, que vete a saber ónde ta ya. Dalgo que se grabó en baquelita, convertío a MP3. Un saltu brutal. Y queda dalgo como esto d'equí debaxo.

Y la primera conclusión ye que a través del tiempu, y a través del ruidu, el arte sigue ehí.

La niña de Écija - Hasta mi madre dejé.

Texto en español Volvemos a estar en sus manos

Nos convencieron de que sus postulados eran incontestables, de que sabían lo que hacían, de que había que dejarlos a ellos, porque los demás no tenemos ni idea.

De que papá estado corrupto, inoperante y opresor; de que la heroica iniciativa privada generadora de riqueza y libertad; de que la ciudadanía, de que la economía. De que lo adulto era hacerles caso, creer en sus reglas sacrosantas.

De que éramos un milagro, de que prosperábamos, y de que prosperábamos gracias a ellos, precisamente; que lo suyo era lo moderno, lo eficiente, lo inteligente, aunque no hubiera quien lo entendiera. De que todos los peros eran simplemente niñerías. Nos hicieron creernos sus matemáticas. "¿Rentable, o no?"

Y entonces se descubrió el pastel. Se les vino abajo el tenderete.

Supimos que todo el milagro era una puta estafa piramidal de las de toda la vida: la ganancia rápida, que no puede funcionar indefinidamente, porque se basa precisamente en que no puede funcionar indefinidamente, y si pudiera funcionar indefinidamente no funcionaría al principio. A eso habíamos fiado todos nuestros recursos, nuestras haciendas, nuestro modo de vida, la paz mundial. Todas nuestras vidas, empeñadas a cambio de mierda hueca.

Supimos que ni las agencias de calificación de riesgos, ni los bancos, ni los preestigiosos diarios económicos, ni los brokers, ni las aseguradoras, ni los empresarios, ni nadie, tenía ni puta idea de lo que estaba haciendo. Que todo era un simple teatro del malo. Que cuatro sumas y cuatro restas, y un poco de sentido común, habrían bastado para desmontar toda aquella jodida patraña. Diez mil piezas de dominó perfectamente alineadas a un centímetro una de otra, y no les llamó la atención el patrón; sólo veían una nube de piezas. No supieron ver qué iba a pasar cuando cayera la primera.

Y entonces nos indignamos, y nos dimos cuenta de que nos habían tomado el pelo, de que habíamos puesto de conductores a quienes no tenían carnet, que no sabían más que tú o que yo sobre absolutamente nada. Que de hecho sabían mucho menos, y la única diferencia era que ellos no tenían escrúpulos y les importaba un cojón de mico todo lo que no fuera ellos mismos aquí y ahora.

Y no sólo eso. Supimos que el desaguisado lo íbamos a arreglar los que nos lo creímos todo. Que tendría que intervenir... exacto, papá estado. Que los beneficios habían sido privados, pero las pérdidas iban a ser públicas. Y nada de aquello encajaba con sus bonitas teorías; de hecho, era exactamente lo opuesto a sus teorías. Pero se encogieron de hombros; no tenían ninguna solución. Los listos de toda la vida no tenían ninguna solución. "¿Y las teorías, entonces?" "Bien, gracias".

Y nos cabreamos más todavía, y nos indignamos, y nos juramos que no nos iban a engañar otra vez. Que aquellos mentecatos, ignorantes, avariciosos hijos de puta no iban a volver a gozar de la credibilidad que les habíamos concedido. Que no iban a contarnos más milongas, porque antes les íbamos a escupir en la cara y decirles: "Mira, payaso, quítate de enmedio mientras recojo toda la mierda que has tirado. No quiero volver a verte por aquí. Lárgate con tus peroratas económicas, que no son más que seudociencia, y déjame hacer mi trabajo, y vivir de él, del de verdad, y no de tus ideas de estafador y mercachifle." Se cayó la unión soviética, y ahora hemos visto que vosotros también tenéis pies de barro.

Y pensamos que nunca otra burbuja, nunca otra estafa piramidal, nunca dejar que pasaran por encima de nuestro sentido común. Que ayudarse tiene más lógica que competir pisando al de al lado, que lo rentable sólo es rentable si de verdad lo es al final del partido y no al descanso del primer cuarto, que no se crean cosas de la nada, que lo que gastas por un lado tienes que reponerlo por otro, que a veces hay que repartir, que a veces hay que poner límites. Sí, por arriba también. Van a cambiar las cosas. Mucho. Hasta aquí hemos llegado. Nunca más os vamos a dar la espalda.

La lección había sido dura. Pero era el momento. Nadie tuvo huevos a pinchar la burbuja y decir que el rey estaba desnudo. Pero ahora que ya lo sabíamos, y ahora que la burbuja se había pinchado sola, había que hacer el gran saneamiento. Lo primero, capear el temporal en lo posible todos juntos, y después empezar de nuevo, pero esta vez despacio, esta vez de verdad, esta vez sin teatro, sin decorados de cartón piedra, sin milagros, sin prestidigitación, sin prisas inútiles; sólo con realidad, de esa aburrida que se conquista sudando todos los días, sin gomina. Esta vez había que hacer las cuentas con seriedad. Había que dedicarse a otras cosas, invertir en formación, dar una generación de plazo para tener un país diferente, que supiera hacer muchas cosas diferentes y reales, que regulara lo que hay que regular, que cortara las alas a los buitres. Había que afrontar quién somos de verdad, asumir como adultos las malas noticias sobre ello, echar un vistazo al camino que realmente nos quedaba por recorrer, y empezar a recorrerlo, y recuperar terreno, no a zancadas, que las botas de siete leguas no funcionan, sino un centímetro en cada paso, a base de muchos pasos, que es el final de la carrera el que importa. Ser humildes para poder ser grandes, porque el que no es humilde nunca va a ser grande, y antes o después se le cae la careta.

Pero resulta que ya se nos ha olvidado. Todo. Volvemos a ser sus esclavos.

Ya se nos olvidó el cabreo, ya se nos olvidó quién está en deuda con nosotros, quién es el malo y quién está vetado en nuestra casa. Y también se nos olvidó quién ha sostenido como ha podido (mejor o peor) el chiringuito para que no se fuera todo a la mierda, sino sólo el ochenta por ciento de todo. ¿Salir de la crisis? Hay unos que aguantaron algo de chorreo el primer año, lo cual quizás resultó ligeramente incómodo durante un tiempo, y ahora ya hemos soltado esa presa y mordemos otra. Esos ya salieron de la crisis hace un año o dos. Sin rasguños. No es que conservaran el imperio, es que ni siquiera llegaron, en ningún momento, a perder dinero. Ahora, ya, ni les molestamos con malas caras; las guardamos para otros.

Volvemos a juzgar a los gobiernos por los resultados a cuatro días, y no a largo plazo; volvemos a tener prisa, volvemos a aceptar como dogma de fe exactamente los mismos indicadores económicos, a regirnos por las mismas ideas que nos llevaron a la mierda. Volvemos a rezarle a la biblia del puto Financial Times, ese que hace sólo dos o tres años ni vio venir todo un tren de mercancías que venía a atropellarnos ni acertaba a explicarse cómo podía haber un tren allí, si no había raíles ni nada. Pedimos una reforma laboral, como si unas reglas de contratación pudiesen ocultar y contrarrestar nuestra falta de principios o de actitud. Pedimos un pacto de estado, como si lo que se dicen entre sí dos docenas de badulaques fuera a convertir en realidad lo que imaginamos pero no tenemos, o influir en el reparto del pastel.

A lo que aspiramos es a volver cuanto antes al mismo sitio, exactamente al mismo, del que nos caímos. Y en el siguiente ciclo, claro, la hostia será igual o mayor. Seguramente mayor. En vez de limpiar los escombros de lo que no sirvió, y empezar de nuevo con otros materiales, hemos hecho un pedido de más de lo mismo, y con lo mismo estamos construyendo encima de aquellos escombros. Nos da igual que hagan muy mala base, y que la siguiente sacudida pueda hacer más daño todavía.

Volvemos a estar en sus manos. Y es exactamente lo que nos merecemos.